Quiebro una lanza por mí. Estas películas las vi por mis propios medios, no me las recomendó nadie. Aunque, debo confesar, una vez que vi la primera y le comenté a mi amigo cinéfilo, aprobó mi elección y todo lo hizo más fácil.
Esta trilogía, por lejos, tiene una de las mejores premisas del cine. Cada una de las películas está separada por nueve años, nueve años reales, lo que implica que los actores envejecen realmente y, cuanto menos, es interesante verlo no solo por las nuevas arrugas que aparecen sino por el modo en que sus vidas cambian, crecen y maduran, tanto la de ellos como la de sus personajes. Una joyita del cine.
El director de esta maravilla es Richard Linklater, también recordado por llevar adelante Boyhood, nominada a Mejor Película en los Oscar del 2014 que, como recordarán, sigue la línea adoptada en la trilogía, es decir el envejecimiento de los actores y su paso por la vida. Otra muy buena película, pero volvamos a lo que nos compete. Los actores de la trilogía son Julie Delpy como Celine y Ethan Hawke como Jesse y me atrevería a decir que en estas películas desempeñan la actuación de sus vidas.
Es muy complejo habiendo visto las tres películas hablar de ellas individualmente, pero voy a hacer el intento. Sepan disculpar de antemano si meto la pata. Comencemos por la primera: «Antes del amanecer». La película se estrenó en 1995 y tiene como protagonista a Céline, chica francesa, y Jesse, chico norteamericano, quienes se conocen en un tren europeo, se ponen a conversar y una vez llegados Viena, Jesee le propone a ella que se bajen y ella acepta. Sí, tal vez un poco forzado, es cierto. A lo mejor no está ni remotamente cerca de lo que están esperando de una película catalogada como romántica, pero los dos jóvenes se dedican a conversar toda la noche mientras pasean por la ciudad. Él vuelve la noche siguiente a Estados Unidos y ella tiene que seguir camino hacia París pero eso no les impide tener una noche especial y única.
Es probable que para muchos esta película resulte aburrida, y ciertamente puede serlo si no les apasiona el cine. Para mí, en lo personal, es una película brillante. Tal vez habría que decir por qué puede resultar aburrida y eso es porque los actores se pasan la película hablando. Eso es: hablan, hablan y hablan sin parar, sobre sus familias, sus vidas, su pasado, sus expectativas frente a la vida. Esa charla que puede aburrir, para mí, es un reflejo fiel y real de los primeros encuentros con otra persona y las conversaciones que se dan cuando se están conociendo y como, poco a poco, la conversación evoluciona y se vuelve más íntima a medida que se conocen.
Y, por otro lado, así como ellos se van conociendo a sí mismos conocen la ciudad y también la dan a conocer al espectador. En este sentido, la película responde a una época: para 1995 el cine indie estaba en su apogeo y el director procura volcar ese espíritu, dado por el bajísimo presupuesto. Es bastante impensado una película sólo con dos personajes y nada de chirimbolos que los adornen; se trata sólo de la cámara siguiéndolos por Viena y, sin duda, eso hace que el guion, uno de los mejores elementos, se destaque tanto.
Es muy interesante ver cómo chocan sus culturas y sus personalidades. Él, estudiante de periodismo, es más conformista, cínico y crítico respecto al mundo, mientras Céline es una soñadora y luchadora que quiere cambiar el mundo y que aún cree en cosas como la magia, el medio ambiente y el amor.
Se despiden en la estación de tren. Ella debe seguir su camino a París y él debe volver a Estados Unidos, pero se prometen volver a encontrarse, allí mismo, dentro de seis meses. El final abierto es maravilloso, no solo inteligente, sino maravilloso y exactamente lo que la película necesita.
En el 2004, nueve años después, aparece «Antes del atardecer» donde los personajes se vuelven a encontrar pero esta vez en París. Jesse se encuentra en la capital francesa para presentar su nuevo libro en una pequeña librería. El libro, por supuesto, narra su historia con Celine y esa noche que compartieron en Viena. Céline enterada de la visita de él, va a su encuentro en la librería y pasan la tarde caminando por París y conversando, poniéndose al día sobre sus vidas y recordando aquella noche en Viena.
Desde luego, en esos nueve años pasaron muchas cosas y se puede constatar ese paso del tiempo, no solo en sus rostro (lo que, de nuevo, me parece formidable) sino en la forma de relacionarse con el otro y, en definitiva, de ver la vida. Cualquiera de los dos ha madurado. Céline trabaja en una ONG, lo que tiene coherencia con el pensamiento de la joven de Viena, viven con un reportero de guerra y no es feliz. Jesse, por otro lado, se casó y tiene un hijo, pero tampoco es feliz. Fácilmente se puede llenar los huecos temporales con los comentarios al respecto, pero, en realidad, no importa demasiado porque el énfasis está puesto en ese momento, en esa charla, en ese paseo, en ese reencuentro.
Sin embargo, lo que queremos saber en esta película es si se reencontraron y demasiado pronto nos enteramos que no. Toda la película estamos buscando saber por qué no cumplieron la promesa y si sigue habiendo chispa entre ellos, y a pesar de los años y la vida vivida, la chispa sigue allí.
De nuevo, el punto fuerte de la película son los diálogos y las actuaciones. Cualquiera de las dos nos regala un retrato fiel de la treintena y refleja su evolución, para nada forzada, de cada personaje. Respecto a las actuaciones, vuelven a ser magníficas. La complicidad entre los personajes es tan vigente como lo fue nueve años atrás y les permite dialogar con fluidez y naturalidad. Cualquiera podría decir que se trata de una charla informal durante un paseo, no parece para nada actuado.
Y, de nuevo, la ciudad es también protagonista, sin embargo, el director tiene la habilidad de no situar a los personajes en los tópicos parisinos, sino llevarlos a los rincones menos conocidos y tranquilos, pero igual de hermoso, lo que, en definitiva, tiene que ver con la personalidad de los personajes y la madurez que adquirieron.
El final de la película, de nuevo, deja la puerta lo suficientemente entreabierta. Esta vez, quien tiene que partir es él, que tiene un vuelo inminente hacia su hogar, en Estados Unidos. Como buen caballero, la acompaña a su casa, donde ella lo invita a subir y le canta una canción, especialmente compuesta para él, quien la mira con una felicidad y emoción que quita un poco el aliento.
En el 2013 llega «Antes del anochecer» en donde Céline y Jesse, ya casados, pasan sus vacaciones en Grecia junto con su familia y dan cuenta de las dificultades de mantener la pareja a través de la vida cotidiana, el trabajo, los hijos y la vida misma. Porque sí, esta película introduce un elemento extraño en la pareja que no se vio en las otras dos películas: niños. Además del niño de su otro matrimonio, que siempre pasa las vacaciones con ellos, Céline y Jesse tuvieron dos hijas.
Sin lugar a dudas es la película más terrenal de las tres. En las anteriores, los diálogos tenían que ver con las expectativas, la ideología, la reflexión, pero en este caso los diálogos, y las discusiones, tienen que ver con las cosas cotidianas de una pareja y es lo que resulta tan interesante.
Espero no haber aburrido con este comentario. Lo siento si es el caso, pero esta trilogía es fascinante y sin lugar a dudas, no solo es de las mejores películas románticas que vi, sino que también es atrapante por el paso del tiempo, lo que me encanta. Es como si hubiésemos sido testigos del nacimiento de su amor y, cada nuevo años, nos asomáramos para ver cómo les va, en qué han estado cada uno de ellos y su relación. El tiempo, además, no solo pasa para los actores sino para el espectador, que crece y madura a la par que los personajes.
Sin dudarlo, película de culto por el guion extraordinario, por los temas y tópicos que el guión refleja, las actuaciones fuera de serie y el crecimiento de los personajes. Recomendada al cien por cien.