Me regalaron este libro en Navidad y a pesar de que ya había leído a John Grisham y no me había gustado mucho, decidí darle una oportunidad. Y a diferencia de otros libros que me han sorprendido para bien, Grisham vuelvió a decepcionarme. Sé que hay otros lectores a los cuales les fascina, pero en lo personal siento que no termina de resolver las historias: arranca bien, con fuerza, resultando interesante y en el camino se pierde y el libro termina siendo medio pelo.
El secreto de Gray Mountain fue publicado en el 2015 y ya les adelanto que, como podrán imaginar, no me gustó mucho. El libro nos cuenta la historia de Samantha, abogada de un prestigioso bufete en New York a la que, por reducción de personal a propósito de una muy mala racha, despiden. Esto trae como consecuencia inmediata la pérdida de su seguridad y la salida de su zona de confort, puesto que la empresa le ofrece darle un año de licencia sin goce de sueldo y volverla a reincorporar cuando la situación mejore, siempre y cuando pasa ese año haciendo trabajo honorario en una ONG. Por descontado, acostumbrada a la vida citadina y galmurosa de New York, nuestra protagonista no está para nada feliz con la propuesta, sobre todo porque tampoco es seguro que haya un trabajo al volver, pero termina aceptando con tal de no perder la posibilidad.
Este cambio en su norte la lleva a Brady, Michigan, donde una asesoría legal la ha aceptado. De este modo, la neoyorquina y citadina Samantha emprende camino hacia sectores más rurales, dejando atrás los grandes rascacielos para sustituirlos por Los Apalaches, una cadena montañosa al este de Estados Unidos. Asimismo, deja atrás los contratos sobre construcción a los que se dedicaba en bufete y pasa a asesorar a gente pobre en un pequeño pueblito perdido. La mayoría de esas personas son trabajadores de las minas de carbón padeciendo una enfermedad a la que se conoce como pulmón negro.
Por lejos, varios cuerpos por lo menos, lo más interesante de este libro es la minería a cielo abierto, que es a lo que se dedica la mayoría de los habitantes de Brady. A diferencia de la minería tradicional en donde se hace un túnel en la montaña para escavar en buscar de carbón o metales, las minas a cielo abierto se desarrollan en la superficie del terreno, siendo necesario, primero, retirar casas, árboles y demás. Esto, sin lugar a dudas, desplaza a cantidad de gente de sus hogares, con todas las estratagemas de las grandes corporaciones que ello implica, que van desde el acoso hasta la amenaza para vender o el pago por los permisos de explotación que no tienen relación con las ganancias que genera. Además de esto, que de por sí ya es terrible, le agregamos la desforestación obligatoria y el daño que eso hace a la Tierra. Por último, y esto es realmente tremendo, no se excava la montaña sino que se explota. Sí, se dinamita, dejando la montaña reducida a… nada.
Me pareció fascinante toda la temática y, repito, es por lejos lo más interesante de libro, no solo por la parte «teórica», sino por todo lo que el procedimiento genera. Y no me refiero solo en el medio ambiente y le doy un punto a Grisham por meterse en un tema peliagudo, sino en la vida de las personas, desde aquellas que se han visto desplazadas de sus hogares por la explotación, aquellas que se quedan sin trabajo porque las corporaciones se mudan a otras montañas luego de dinamitar esa y por lo que le genera en la salud a los trabajadores.
La enfermedad del pulmón negro es típicamente minera y, en realidad, no es propia de este siglo. Apareció cuando las minas de carbón fueron furor en el siglo XVIII y XIX en Inglaterra durante la Revolución Industrial y, básicamente, se trata de una enfermedad incurable provocada por la inhalación del polvo de carbón y que, en casos extremos, requiere de la necesidad de suministrar oxígeno las veinticuatro horas. Fuerte.
Samantha termina trabajando para otro abogado, paladín de la defensa de los trabajadores y enemigo acérrimo de las grandes corporaciones. El papel de Donovan me gusta mucho porque se pone al hombre casos que otros abogados considerarían un suicidio simplemente porque van en contra de grandes empresas que tienen un centenar de abogados que pelearán con uñas y dientes buscando cualquier vacío legal. Sin embargo, él no tiene problema en tomarlos porque entiende que son personas estafadas por estas empresas al no cobrar según los beneficios de la explotación, afectadas por una enfermedad terrible que es culpa de la negligencia de la empresa y de la cual no se hace cargo. Lo interesante de Donovan es que no es un abogado que juegue limpio. Si las empresas eluden la ley, él también puede hacerlo, es su filosofía.
Lo cierto es que aprendí cantidad con este libro y le doy un punto a John por eso.
Sin embargo, aparecen otros casos lejanos a la minería. Desde una señora que quiere desheredar a sus hijos, lo cual se convierte en un escape humorístico, o una mujer maltratada por su esposo que quiere pedir el divorcio hasta el traficante de drogas. Estos casos, lejos de parecer aburridos, dan cuenta de la vida del pueblo y si bien tienen cierta cuota de crítica social, entiendo que son más bien relleno porque la vedette del libro es la minería a cielo abierto.
Samantha es un personaje que evoluciona mucho y eso me gustó. De estar trabajando para los poderosos en New York, pasa a trabajar para los que realmente lo necesitan pasando a ser, para ellos, una auténtica salvadora. Empieza siendo una simple pila de papeles en un escritorio y se termina convirtiendo en una persona involucrada en los problemas de otros y el cambio se me hizo muy agradable. Sin embargo, el cambio no es repentino dado que, en un principio, se siente incómoda ante la incertidumbre de un nuevo trabajo y un nuevo lugar para vivir, y ese detalle me pareció muy honesto de parte del escritor. Lo agradecí.
Más o menos a mitad del libro hay un giro argumental que me sorprendió y que me dejó en shock durante un ratito. Sin embargo, después de ese punto álgido, el libro no pudo recuperar ese interés que me generaba y a partir de allí fue decayendo más y más. Ese fue el punto en el que siento que Grisham perdió un poco el norte y desvarió, lo que terminó haciendo de la segunda mitad de la novela algo raro, inconcluso y poco atrayente. El final es simplemente raro. Ya les digo, después de ese giro que me pareció fantástico y, en cierta forma, necesario, el libro perdió fuerza y terminó dándose contra la banquina.
Sin embargo, rescato y aplaudo la temática. Me parece muy valorable que se le dedique un libro entero a la crítica social, económica y medioambiental. Eso realmente me pareció una maravilla. Lo demás, medio pelo. Honestamente no sé si darle otra oportunidad a Grisham o no, dicen que la tercera es la vencida, pero no estoy segura. Lo cierto es que para mí, este libro merece tres estrellas de cinco.
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