Mis amigas me regalaron este libro hace muchos años y pasó muchos años en la biblioteca, esperando ser leído. Por aquel entonces todavía seguía estudiando y se me hacía muy difícil mantener las horas de lectura de Historia necesarias como para agregarle lectura recreativa que no venía al caso. Y como digo seguido: uno vive de recomendaciones. Este libro fue comprado por mis amigas gracias a la recomendación del padre de una de ellas, así que muchas gracias a él.
La reina descalza es un libro de Ildefonso Falcones publicado en el 2013 y déjenme decirles que me pareció una belleza. Sin embargo, anduve investigando en Goodreads y hay varios lectores que consideran este libro muy por debajo de la maravilla que parece ser La catedral del mar, pero como yo empecé a leer al autor a partir de este libro, la verdad es que lo disfruté.
Para empezar, vale aclarar que esta es una novela histórica. Ustedes saben que me gustan mucho. Nos ubicamos esta vez en 1748, en el puerto de Cádiz, España, donde una negra llamada Caridad arriba desde una plantación de tabaco en Cuba. Había viajado junto a su amo, porque sí, Caridad es una esclava, pero el hombre muere durante el viaje y, como es natural, se le concede la libertad. Sola, sin dinero y perdida en una ciudad que no conoce, Caridad termina viajando hacia Sevilla en busca de un convento que le recomendó el capellán del barco. Es expulsada del convento al cual la mandaron, terminan mandándola a otro lugar porque allí no se pueden hacer cargo de ella y también es expulsada del otro lugar. En la calle, delirando por la fiebre y cantando como solía hacer en las plantaciones para desaparecer el dolor y el sufrimiento, es cuando aparece Melchor.
Con Melchor, aparecen también los gitanos. Este es el gran tema de la novela y lo que la convirtió en un libro realmente interesante y acogedor. Melchor es un patriarca gitano que viven en Triana con su familia: su hija Ana y el esposo y su nieta Milagros, que es su mayor orgullo. A partir de entonces, luego de que la vieja curandera se encargara de ella, Caridad pasa a formar parte de la familia: allí se la trata con respecto y con cariño. Es realmente difícil de leer cómo en ella opera el cambio y como, de a poco, se acostumbra a recibir ese cariño que entiende, además, que lo merece de buena fe. Su vida como esclava no fue fácil y le cuesta entender cómo es que la reciben de tan buen agrado. Que necesite acostumbrarse al cariño cuando es algo a lo que todos deberíamos estar acostumbrado, a mí, por lo menos, me erizó un poco al leer.
Caridad no solo se incorpora a la familia sino que genera muy buenas migas con Milagros, la nieta quinceañera de Melchor, que es una gran bailadora de fandango. La amistad entre dos mujeres tan dispares fue interesante de leer: Caridad, acostumbrada a la esclavitud, a agachar la mirada, a obedecer sin rechistar y a no cuestionar y Milagros, altanera, caprichosa, desafiante, con la sangre gitana corriéndole por las venas, acostumbrada a la protección de su abuelo. Ver cómo las diferencias se diluían a la par que la amistad crecía fue lindo de leer.
Asimismo, Caridad y Melchor comienzan una relación y es otra cosa magnífica de este libro. La forma en la que sus vidas se entrelazan es bastante profunda. Va más allá de lo estrictamente sexual, tiene que ver con el amor verdadero, puro y sincero. Por momentos me hizo acordar a La tregua de Benedetti, pero lo cierto es que Melchor y Caridad la tienen mucho más difícil que Martín y Avellaneda.
La primera parte de la novela trascurre en Sevilla y refleja una investigación bastante seria de parte del autor o, por lo menos, un asesoramiento profesional de lo más profundo, tal y como mencioné en el caso de La caída de los gigantes de Ken Follet. Cómo construye de a poco la vida de los gitanos y cómo se las arreglaban para sobrevivir en una época tan dura me pareció una maravilla. Tenían prohibido trabajar, por lo que se les hacía muy difícil conseguir dinero y a menudo terminaban robando para sobrevivir. Ilegalmente, por supuesto, se les consentía ser alfareros o herreros por la gran demanda del mercado de los payos, como ellos llaman a los «no gitanos.» Además, solían ir a los palacios de los nobles a cantar y bailar para ellos. Las diferencias entre un sector social y otro me parecieron muy curiosas e interesante. En serio, este libro es espectacular. Sin embargo, su ocupación por excelencia es el contrabando de tabaco, lo que estaba penado por ley. Por aquel entonces, el tabaco venía desde Cuba y la corona española, o algún beneficiario de ella, tenía el monopolio por lo que el contrabando de un producto tan especial y cotizado para la época era penado con fuerza. Lo curioso es que el tabaco no se fumaba como ahora se hace, sino que se esnifaba después de pasar por un proceso de polvorización. No estoy segura que eso sea realmente una palabra.
Todo se complica seriamente cuando el gobierno de Fernando VI convierte a todos los gitanos en proscriptos, bajo el pretexto de que transgreden la fe católica, lo que transforma la vida de Milagros y Caridad, separando a las amigas que habían parecido inseparables. El 30 de julio de 1749 se dio la detención de miles de gitanos, que a partir de entonces se les consideró personas infames, nocivas, de segunda categoría y sin importar su edad o su sexo se les confiscó los pocos bienes que tenían. Seamos claros: se buscaba la extinción de la etnia. Los hombres fueron obligados a hacer trabajos forzados y las mujeres fueron enviadas a Málaga. Aquí es cuando el libro nos regala cómo es que los gitanos llegaron en España y me pareció súper interesante porque no tenía idea que habían venido desde Egipto. De hecho, reconozco que hasta que leí el libro no tenía idea sobre el gitanismo. Fue necesario que pasaran catorce años para que el rey Carlos III los indultara por haber nacido gitanos. Terrible. La palabra indulto es terrible.
La segunda parte de la novela nos muestra la vida de Madrid, donde confluyen contrabandistas, cómicos, nobles y actores, un Madrid que, a decir de la sinopsis del libro, se rinde a la pasión que emana de las voces y bailes de esa raza de príncipes descalzos. En este sentido, Milagros se convierte en la Reina Descalza. Establecida entonces en Madrid junto a su esposo, la nieta de Melchor se dedica a bailar y enloquece a la mitad de la ciudad, no solo por la forma en la que baile, que transmite mucha pasión y libertad, sino también por la forma en la que canta.
Me gustaría contarles más, me gustaría contarles qué pasó con Melchor, con Caridad y qué fue de la vida de Milagros en Madrid, pero no puedo. De hecho, siento que ya les conté demasiado. Por si quedan dudas, este libro es maravilloso. Conjuga de forma magistral la Historia y la ficción y me mantuvo completamente atrapada en las 700 páginas. La narración del autor es amable, sentimental, despiadada. Me gustó muchísimo porque cuenta sin medias tintas la dureza de la vida gitana y cómo, aún caídos en desgracia, los gitanos permanecen fieles a sus principios, orgullosos y seguros de quiénes son. Eso me pareció precioso porque nada pudo romperlos.
Los personajes y la construcción que el autor hace de ellos, en serio, aplausos, besos y papelitos para él. Realmente una belleza. Tanto Melchor, Milagros como Caridad están vivos, palpables, casi los sentí como parte de mí misma y eso me pareció extraño y destacable, sobre todo porque algunos autores no llegan a hacer ese salto. Asimismo, la evolución que cada uno tiene es espectacular.
Para serles honesta, el machismo del libro me molestó, aunque entiendo que está ubicado en el siglo XVIII y por aquel entonces la situación era bastante diferente a la de ahora. La mujer gitana es bastante más libre, pero de todas formas está sujeta por las normas del patriarcado: el esposo de Milagros es quien suministra el dinero que gana, es quien se siente con el derecho de dejar que la violen para pagar sus deudas. Es Melchor, el hombre, el patriarca, el jefe de la familia, quien toma en sus manos la venganza, que parece ser una cualidad exclusivamente masculina. Hubo varias cosas que me hicieron pensar bajo una perspectiva feminista y en realidad no es para nada una crítica al libro, porque Falcones respeta las características de la época, es una crítica a cómo, después de cuatro siglos, la situación de la mujer no ha cambiado demasiado. Le doy un punto al autor por, en ese mundo machista del siglo XVIII, elegir como protagonistas a dos personajes femeninos, lo que pone de manifiesto, en cierto sentido, cómo el patriarcado las maltrata y las violenta. Honestamente no sé si el autor lo hizo a posta, pero su elección me pareció muy pertinente.
Un libro para aprender que la intolerancia es milenaria, un libro para entender que el otro, el diferente, siempre ha sido visto de mala manera, un libro para entender que las intenciones de masacrar a un pueblo o etnia no son propias del siglo XX, un libro para sumergirse en la España del siglo XVIII, un libro para disfrutar, para sufrir y para aprender. En lo personal, me pareció una maravilla y no dudaré en recomendarlo. Como pueden imaginar, cinco estrellas de cinco, solo porque no puedo darle más. Desde entonces, La catedral del mar y La mano de Fátima están en mi lista de lectura pendientes. Ya les contaré qué tal me va con ellas.