Empecé a leer este libro gracias a mis estudiantes. En realidad, para ser honesta con ustedes, La canción de Aquiles estaba en mi lista de lectura pendientes hace mucho, desde que una de mis booktubers favoritas no paraba de recomendarlo. Pero hace poco, enseñando mitos griegos, mientras los niños leían fascinados sobre dioses, héroes, centauros, minotauros y caballos alados y hacían las actividades que les planteé muy concentrados (cosa que me alegró mucho, debo agregar), me picó el bichito de la mitología griega a mí también. Quise engancharme en el mundo mitológico al igual que ellos y, tras salir de la clase, casi inmediatamente, me puse a leer este libro.
La canción de Aquiles es un libro escrito por Madeline Miller, publicado en el 2011 y, curiosamente, se trata de un retelling de la Ilíada de Homero, lo cual me pareció una premisa de lo más interesante. Sin embargo, lejos, muy lejos está de ser un libro épico sobre la Guerra de Troya, sino que, muy por el contrario, este libro es una historia de amor y si tengo que encontrar un adjetivo para describirlo diría, sin dudarlo demasiado, dulce.
Este libro está narrado por Patroclo, quien siempre fue una decepción para su padre y, para ser honesta con ustedes, los desplantes que su padre, Menecio, le hacía, me dolían un poco. «Así es como debe ser un hijo» le dijo luego de que otro muchacho ganara una carrera de velocidad. Sí, un padre ejemplar. Sin embargo, a propósito de una rencilla infantil, Patroclo termina asesinando a un chico y, por tanto, es mandado al exilio, sin pensar que aquella tragedia lo llevaría directamente hacia el amor de su vida.
Ftía, el reino del rey Peleo, es donde lo reciben y allí conoce al príncipe Aquiles, un semidiós producto de la relación entre Peleo y la diosa Tetis. Al principio, Patroclo se dedicaba a mirar al príncipe en las cenas, obnubilado por su fuerza y su luminosidad, pero de un momento a otro, Aquiles decide convertirlo en su mayor aliado, haciéndolo su hombre de confianza y su hermano de armas. El vínculo que establecen no solo es de amistad y lealtad, sino también de amor aunque, por supuesto, no se desarrolla de inmediato.
Cuando Aquiles es mandado como discípulo de Quirón, el centauro que educó a Teseo, Patroclo va en su búsqueda, quedándose también como discípulo. Si bien Patroclo ya tenía sentimientos por su amigo antes, es en Pelión donde se desarrolla con fuerza y se consagra y es una belleza. Sin embargo, ese idilio en el que viven se ve abruptamente cortado cuando la Guerra de Troya comienza y Aquiles es llamado a luchar.
La autora es especialista en latín, griego y mitología, así que no teman: la obra de Homero se respeta. Y eso, en cierta forma, es desgarrador porque todos conocemos cómo es que termina esa historia y si bien seguía leyendo entusiasmada y atrapada por la historia, sabía hacia donde estaba caminando y me generaba una sensación bastante agridulce. Aun así, aunque la historia original se respeta, Madeline consigue darle su propio toque personal, lo que me pareció muy interesante y no hablo solamente de la relación entre los protagonistas sino también del ambiente que generan sus palabras, la forma en que maneja la intervención de los dioses y el modo en que se destacan algunos personajes,
Podríamos decir que el libro consta de dos partes: la primera, narra la infancia y adolescencia de los dos príncipes y la segunda, narra la Guerra de Troya, cómo su relación sobrelleva la guerra y todo lo que ello implica y, por último, su trágico desenlace. Naturalmente, en la primera parte del libro destaca la relación que entablan los dos personajes. Al comenzar el libro, como he mencionado, ya sabía que se trataba de una pareja homosexual y además de Alec y Magnus y la parejita de Te daría el sol nunca había leído algo de ese estilo, así que debo confesar que estaba expectante. Ya les aclaro que me pareció una belleza. Una relación construida desde la admiración, la lealtad, la ternura y el amor más puro. Una pareja que se quedó en mi corazón y sí, aunque suene cursi y lo deteste, es así. Un punto aparte las escenas de sexo: le damos un punto a Madeline por la poesía y la delicadeza de esos momentos.
Sin embargo, para comentarles la segunda parte del libro, necesito hablarles antes de los personajes. Me gustó Patroclo, aunque por momentos idealizara por completo a Aquiles y se convirtiera en su sombra. De hecho, en muchas ocasiones se convierte en un simple espectador porque el centro de la atención es siempre Aquiles y sin embargo, Patroclo no lo sufre, está acostumbrado y sabe que es su amigo quien irradia luz. En ese sentido, me pareció un personaje un poco inactivo y, por qué no, algo soso. El príncipe Aquiles, por otro lado, no me terminó de convencer. En las películas lo muestran como un personaje implacable e indestructible y Madeline se encarga de hacernos ver su veta más humana y frágil. Sin embargo, siempre me quedó la sensación que se consideraba mejor que el resto por ser un semidiós y esa sensación no me gustó demasiado.
El quiebre entre un momento del libro y el otro es la aparición de una profecía. Si conocen un poco de mitología griega, ustedes saben de lo que hablo: Aquiles tiene que elegir entre morir anciano y que su nombre se pierda durante las generaciones o, por el contrario, morir joven en la Guerra de Troya y ser inmortalizado. Ya sabemos qué decisión tomó. La Guerra de Troya es larga y es interesante cómo la autora incorpora sus diez años. Si recordamos, la Ilíada nos narra el décimo año de la guerra, así que me pareció interesante que incorporara qué había pasado desde el día uno.
Esta segunda parte, en lo personal, se me hizo un poco tediosa y, como mencioné, como sabía qué se acercaba y su final, me pareció un poco difícil de leer porque sabía que su relación tocaría fin de un momento a otro. Y aquí debo detenerme en la actitud de Aquiles sencillamente porque la odié. Si bien la autora busca humanizarlo un poco, lo cierto es que no deja de ser un semidiós malcriado, caprichoso y orgulloso. Su conflicto con Agamenón, el rey de reyes y el general del enorme ejército de Grecia, me violentó. Sí, la palabra es violentar, porque me pareció propio de un jardín de infantes y peor me pareció la actitud de Patroclo, que todo el tiempo estaba queriendo arreglar el conflicto sin poder hacerlo.
La narración es bonita, fluida, desinteresada, con un lenguaje fácil y ligero y un estilo directo, la autora logra un mundo maravilloso, en donde el sol griego te da en el rostro, el aroma de los olivos invade el aire y podemos sentir la arena de Troya bajo los pies. Me puse un poco cursi, disculpen. Lo cierto es que es un libro muy interesante de leer y creo que es imposible que no genera ternura.
Por otro lado, imposible no mencionar a la decena de personajes secundarios que aparecen y que no dejan de brillar. La autora tiene un tiempo para ellos y también le dedica su amor. Desde Ajax, Odiseo (que, por lejos, fue mi preferido por su humor y su desparpajo), Héctor hasta el más despreciable como Agamenón y Tetis.
La canción de Aquiles no es tanto una narración sobre el viaje y la gloria de un héroe, sino que se trata de un libro sobre hombres y mujeres, orgullosos, caprichosos, que se vieron sacrificados por una guerra que no tenía otro motivo que la ambición de Agamenón (si creen que todo fue por el rapto de Helena, no entendieron nada) y que, por encima de todo, aprendieron a amar en el camino. Por eso le doy cuatro estrellas de cinco a este libro.
Me da mucha intriga que toque los 10 años de la guerra. Sobre Agamenon estoy de acuerdo con que parece un niño chico, igual no olvidemos que la cólera de Aquiles la provoca el «no llevarse mucho botín del saqueo»
Uno de estos días seguramente lo lea 😉
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Es lo que me resultó más interesante. Y respecto a Agamenón es tan niño chico como Aquiles. Dos malcriados, orgullosos que siempre quieren tener la razón
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¡Canta o Musa la furia del Pélida Aquiles!
Creo que sólo los tristes hombrecillos de barro podemos quejarnos de los caprichos de los héroes. Humanizados o no, siempre serán mejores. El linaje de Aquiles es ampliamente conocido, pero Agamenón a su vez está sujeto a los delirios voraces de Tántalo, y en sus vástagos debe hacerse efectiva la maldición que Hermes lanzara sobre Pelops, en su conquista de Hipodamia. Ambos son enormes personalidades de la Era de los Héroes, y después de ellos no se volverían a ver sobre la tierra sus iguales. Aquiles cumpliría su destino y ascendería a una eterna fama, dejando su sangre chorreada en la ardiente Ilion; mientras que la prosapia de Agamenón desbocaría en las trágicas Orestiadas, así poniendo fin a su linaje maldito. Nunca más reinarían los Micénicos sobre las Murallas Ciclópeas. La edad oscura, comenzaba.
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Me lo leí el año pasado y fue una gran sorpresa, me gustó bastante. Eso sí, aun sabiendo cómo iba a terminar, me pasé medio libro deseando que no acabase así 😅
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Me pasó exactamente igual, Cintia! No te diría que me dolió, porque sería mucho, pero deseé que terminara de otro modo. Un abrazo y gracias por comentar
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