The Post. Película sobre la censura de Nixon y el desastre de Vietnam

El ritual que conlleva ir al cine me parece maravilloso y el cine como séptimo arte me parece magia. Disfruto viendo cine, no solo porque te permite vivir otras vidas y simpatizar con ellas sino que también se aprende mucho en el proceso. Normalmente, además, cuando se acerca la temporada de premiaciones en Estados Unidos, procuro ver las películas nominadas porque considero que son las mejores películas del año y porque me divierte hacerlo, que tampoco es menor. El porcentaje de diversión que tiene el cine, casi en la misma medida que la catarsis del teatro, me parece muy importante.

Así que ayer, producto de un acto impulsivo, fui al cine a ver The Post, la nueva película de Steven Spielberg, nominada a mejor película para el Premio Oscar 2018. Una maravilla de película. Con un aire parecido a Spotlight, ganadora del premio en el 2015, ya que la escribe el mismo guionista, The Post nos cuenta la historia de unos documentos confidenciales del gobierno estadounidense sobre la guerra de Vietnam y cómo esos documentos vieron la luz pública. Basada en una historia real, la película empieza en la década del 60, cuando el funcionario del Pentágono Daniel Ellsberg, fotocopió las siete mil páginas del informe titulado «Relaciones Estados Unidos: Vietnam, 1945-1967». Ya en 1971, los documentos ven la luz cuando el propio Ellsberg los entrega al The New York Times, quien los publica luego de un detallado análisis, logrando la reacción de la población que siempre creyó que la victoria americana sería absoluta.

Richard Nixon, presidente de Estados Unidos en ese momento, considerando que la publicación de esos documentos clasificados dañaba considerablemente la defensa nacional, denunció penalmente al The New York Times, buscando que no publicaran más información al respecto. Una censura con todas las letras. Aquí entran nuestros protagonistas. Ben Bradlee, protagonizado por Tom Hanks, y Katherine Graham, protagonizada por Meryl Streep, director y editora de The Washington Post, logran hacerse con los documentos y publicarlos, aun cuando The New York Times no puede hacerlo por una orden judicial. El gobierno de Nixon también los quiso censurar a ellos y utilizando la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos como argumento, se abrió una batalla legal y un gran escándalo entre los periodistas, autoproclamados como la prensa libre y el gobierno, que terminó a favor de la prensa.

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Un poquito de Historia. Para todos aquellos que no lo sepan, si bien la Guerra Fría es, por definición, un conflicto ideológico, político e incluso tecnológico, no significa que no hubiese hechos realmente violentos. Uno de ellos fue la Guerra de Vietnam, iniciada en 1955 y con fin en 1975. Históricamente Vietnam siempre estuvo dominada, primero por los franceses y luego por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la rendición de Japón, Vietnam fue dividida de forma muy similar a cómo se dividió Corea. En el norte se proclamó la República Democrática de Vietnam, a cargo de la Liga para la independencia de Vietnam, la organización que había organizado la resistencia a los japoneses. En el sur, Francia instauró el Reino de Vietnam del sur. En Ginebra, el 8 de marzo de 1954 se estableció, entre otras cosas, la división de Vietnam en dos estados separados y el llamado a elecciones. Vietnam del norte firmó el acuerdo pero con la intención de recuperar el sur.

Ya cuando la guerra entre el norte y el sur había explotado, en una lógica de Guerra Fría, comenzaron las alianzas. Vietnam del norte estaba apoyado naturalmente por la URSS y por China, en donde hacía poco había triunfado la revolución de Mao. El sur, por otro lado, estaba poyado por Francia y Estados Unidos, quien en 1960 envió asesores militares para enseñar tácticas de guerra. Hasta 1965 Estados Unidos no interviene activamente, pero incluso antes de eso se notaba su mano invisible.

Voy a ser clara con esto: Estados Unidos perdió esa guerra. No se dejen llevar por lo que las películas les venden. Rambo no es otra cosa que un modo de reafirmar el espíritu americano en la propia población y darles a entender que dominaban la situación. No era así. El ejército de Vietnam del norte, conocido como Vietcong, utilizó una táctica llamada guerra de guerrillas, que consiste en desestabilizar al adversario sin un enfrentamiento directo. El Vietcong dinamitaba campamentos, atacaba rutas de abastecimiento, ideaba túneles subterráneos por donde transitar en la selva y atacar por sorpresa. Estados Unidos no pudo con ellos y aun así siguió mandando millones de soldados, a pesar de las múltiples protestas que se daban en su territorio, fundamentalmente de la mano de los hippies.

Los documentos fotocopiados por Ellsberg era un informe pedido por Bob McNamara, Secretario de Defensa, en donde se recababa información diplomática sobre Vietnam durante cuatro presidencias: Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson. Además, evaluaba la situación en el frente de batalla. Cuando esos documentos vieron la luz, el shock fue fuerte. Truman ya había estado inmiscuido en los asuntos de Vietnam desde muy temprano e incluso Kennedy, que se negaba terminantemente a intervenir militarmente, había pedido informes y estrategias para hacerlo. La Presidencia de Estados Unidos de Norteamérica sabía que era una guerra perdida y sin embargo, siguió enviando año tras año a miles de soldados a morir. Hay una línea en la película que me pareció maravillosa: llegado a un punto, el gobierno de Estados Unidos continuó con la guerra solo para evitar la humillación de perderla. Muy fuerte. El shock que los documentos supuso para su población, fue enorme sobre todo porque siempre habían creído que la guerra y la victoria eran pan comido.

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Tras la información histórica obligatoria, volvamos a la película. Además de lo estrictamente político que tiene que ver con los documentos y la publicación, los personajes de esta película tienen sus propias historias. Graham, una mujer en el mundo empresarial de prensa, que a menudo se siente como sapo de otro pozo, tomó una decisión fuerte: abrir la empresa familiar a inversionistas externos. Necesitan ayuda y una inyección de liquidez si no quieren fundirse y a pesar que no es la decisión que hubiese tomado su padre, el fundador del diario, Kay debe hacerlo. Su padre le legó el diario a su marido, que no paran de decir en toda la película que era un hombre brillante, pero este falleció y Kay debe tomar la dirección del diario. La forma en la que se aborda esto, me pareció fascinante. Una mujer rodeada de hombres en un mundo fundamentalmente masculino, como es la prensa. Todo el tiempo ella está pidiendo consejo a sus asesores y su junta directiva, casi como si no tuviese confianza en sí misma y sus propias decisiones, casi como si los hombres debieran legitimar sus decisiones. Me pareció brillante en cuanto ilustra de manera clara y sin rodeos un mundo machista. La forma en la que Meryl Streep logra interpretar las dudas del personaje es brillante.

Ben Bradlee, interpretado por Tom Hanks, es un hombre justo, con ambiciones, queriendo alcanzar el tiraje y la popularidad del Times, pero fundamentalmente es un hombre de prensa. Cuando la censura está en la mesa, Bradlee es el que desea publicar porque publicando es la forma de terminar con la censura. Sin embargo, aunque él lo desea, es una decisión que está en las manos de Graham y aunque temerosa, ella termina decidiendo publicar. Es un punto importante de la película, porque a pesar que todos sus asesores le recomiendan que no, porque la orden judicial todavía está sobre la mesa y podría significar causas penales para el diario e incluso para ella, decide hacer oídos sordos y publicar. El empoderamiento de la escena, cuando ella se da cuenta que tiene el control, me pareció brillante, sobre todo porque a raíz de su decisión, otros diarios de Estados Unidos empiezan a publicar y, llegado a ese punto, no pueden censurarlos a todos.

Con un ritmo constante que apela a la tensión, pero también a la emoción, la película avanza gracias a las fantásticas interpretaciones de Tom Hanks y Meryl Streep, a quien queremos de corazón. Aunque sus personajes son diferentes, de alguna forma se complementan y logran trabajar bien, generando escenas y diálogos dignos del recuerdo. Asimismo, el tufillo a periodismo tradicional que tiene esta película, en donde se rescata el accionar del editor, el ritmo vertiginoso de la redacción o incluso el modo de imprimir los diarios, es notable y genera cierta nostalgia.

Una película maravillosa para aprender sobre la Guerra de Vietnam, las mentiras del gobierno estadounidense, la lucha de la prensa por destapar la verdad, la lucha del gobierno por silenciarla y, por qué no, otra película que nos recuerda por qué Meryl es tan maravillosa.

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