Jöel Dicker – La desaparición de Stephanie Mailer

Eran la una y media de la mañana cuando me acosté a leer. Cuando levanté la vista del libro, pensando que apenas habían pasado unos cuantos minutos, ya eran las cinco.

Siete de la tarde, bondi capitalino lleno. Agus parada en el pasillo, siendo empujada por los cuatro costados, pero manteniéndose estoica y fiel a la lectura del libro que no puede soltar.

Así de absorbente, atrapante y adictivo es esta novela.

Tras leer El libro de los Baltimore y caer de nuevo en la prosa de Dicker, presa de su belleza y sencillez, y teniendo allí La desaparición de Stephanie Mailer, puesto que me lo había ganado en un sorteo de Penguin Random House, no pude evitar leerlo. Ya les adelanto que me gustó mucho, pero que también me generó sentimientos encontrados.

Pero empecemos por el principio. La última novela del bueno de Dicker se publicó este junio y nos cuenta la historia de Stephanie Mailer, una periodista que se apersona en la fiesta de despedida del policía Jesse Rosemberg y le hace saber que, aunque la estadística resalta que resolvió todos sus casos, tiene uno por resolver porque, en realidad, atraparon al hombre equivocado. Ese caso sin resolver ocurrió el 30 de julio de 1994 en Orphea, cuando alguien asesinó al alcalde Gordon, a su familia y a una muchacha que pasaba corriendo por el barrio. Stephanie le hace saber a Jesse que pasaron algo por alto, que hay un detalle que no lograron ver hace veinte años.

Allá por 1994, Jesse junto a su compañero Dereck Scott investigaron el crimen y por ese entonces creían que su investigación era sólida, pero la aparición de Stephanie abre una herida que parecía haber cerrado. De modo que, a una semana de retirarse de la policía, Jesse relee el expediente del caso, solo para cerciorarse que Stephanie estaba equivocada y que su desparpajo era pura arrogancia. Y justo entonces la periodista desaparece.

Su desaparición, como pueden imaginar, pone en marcha una investigación que termina relacionando las pesquisas de Stephanie con lo ocurrido en 1994. ¿Acaso atraparon al hombre equivocado? ¿Acaso el caso no era sólido? ¿Acaso el asesino sigue libre? ¿Acaso sigue libre y secuestró a Stephanie porque ella se estaba acercando demasiado? A partir de estos dos crímenes, como suele hacer este autor, se abren dos líneas temporales: una actual, y con actual me refiero a 2014, en donde Jesse, Dereck y Anna, una policía de Orphea, investigan la desaparición de Stephanie y su presunta relación con el múltiple asesinado y los sucesos ocurridos en 1994, que escuchamos a través de testimonios de personas a las que los policías interrogan. En este sentido, aunque el planteo ya es recurrente en el autor, me hizo acordar mucho a La verdad sobre el caso Harry Quebert por el modo en que se lleva la investigación y cómo, si me lo permiten, una línea temporal está dentro de la otra. No teman que, aunque pueda resultar confuso, a la hora de leer no genera inconveniente algunos y se puede entender a la perfección. Tranquilos, Dicker desmonta la cronología como un experto con buen pulso.

Hasta aquí con la trama, que temo revelar algo demás y arruinárselos todo. Como pueden imaginar, esta historia me atrapó desde el inicio, no solo porque la intriga está a la orden en cada párrafo, sino también por el modo en que la tensión de la trama va in crescendo y por la simpleza del estilo narrativo de Dicker. En la página diez, ya me había entregado por completo a la historia, yo era una vecina más de Orphea preocupada por Stephanie.

Creo que Dicker tiene una habilidad descollante para enredar al lector e ir tirando de la piola de a poco, lentamente, con cautela, dejando ver algunas pistas y permitiendo que, solo hacia el final de la historia, la madeja se desenrede. Sin embargo, en este libro, mientras desenredaba la madeja original, tirando de su respectiva piola, aparece otra madeja distinta que viene a enredarlo todo. Paralelo a la historia de Jesse, Dereck, Anna y la investigación, aparece la narración de otros tres personajes, con sus secretos, sus vidas y sus dolores y durante muchas páginas, fácil más de cien, no tenía ni idea cómo era que encajaban en todo eso. Dicker solo los incorpora para entreverar más y aunque en sí mismo me parece maravilloso, en esta novela se me hizo innecesario.

Y esa es una de las pegas que tengo con esta novela. Hay un montón de enrededos, idas y vueltas, giros argumentales que no son necesarios y que incluso, si me lo permiten, los veo forzados. En La verdad sobre el caso Harry Quebert todo parecía fluir con absoluta naturalidad y compré cada fragmento de la historia que Dicker nos regalaba, pero en esta ocasión, creo que peca de ambicioso por querer complejizar una historia que venía bien. Ojo con esto, no digo que no lo haga maravillosamente, la forma en la que la investigación se desarrolla y van y vienen entre todas las pistas, los testimonios, los enredos, los secretos y las sorpresas me parece brillante, porque hacia el final las piezas encajan, pero por algún motivo no se me hizo integral.

Tal vez eso sea porque el final no me convenció. Recuerdo el shock, la sorpresa que tuve cuando descubrí quién era el asesino de Nola en el otro libro. Quedé realmente boquiabierta, sin creer lo que estaba leyendo y, a la vez, sorprendida por el modo perfecto en que todo parecía encajar, con elegancia, simpleza y mucha coherencia. Sin embargo, el desenlace de esta novela… Simplemente no. Dicker la llenó de complejidad, la investigación iba y venía a la par que se incorporaban personajes con secretos que ocultar y revolucionaban el pueblo de Orphea y luego… No. Aunque el asesino es la persona menos pensada, sus argumentos son malos y tan mediocres que deja gusto a poco. Un asesino que no estaba a la altura de la trama que Dicker desarrolla.

El estilo es, como mencionaba, simple pero bello y muy intenso, lo que no permite descansar al lector que, como es natural, bebe del libro cuanto puede porque la intriga está a tope. La tensión va en aumento, el ritmo se acelera, los giros van cambiando el rumbo de la investigación y el lector se ve engullido por la historia. La novela es buena y absorbe por completo.

Ojalá pudiera contarles más para que pudieran entender de qué hablo, pero creo que es un libro que deberían descubrir solos. En definitiva, aunque no pienso que Dicker se supera a sí mismo como dicen por ahí, porque su obra máxima siempre será La verdad sobre el caso Harry Quebert para mí, este libro me gustó mucho. Es de esos thrillers trepidantes, originales y frescos que te atrapan por completo, fíjense que leía parada en el bondi o incluso mientras caminaba por la calle, que seduce con un argumento vibrante, que tiene como protagonistas a un grupo de personas que esconden muchos secretos y con una trama que se enmaraña más de lo que se despeja a lo largo de las páginas. Adictiva y recomendada. Son cuatro estrellas de cinco para mí porque el final no me convenció, pero de cualquier forma este libro reafirma que Dicker es un maestro y que, por supuesto, se convirtió en uno de mis autores preferidos.

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