Además de tozuda y bondadosa, también suelo estar atrasada en todo. Teniendo como máxima la novela negra nacional, Cementerio del norte de Rodolfo Santullo fue elegido libro del mes de julio en el #Clubdelectura.uy y, como podrán notar, no estamos precisamente en julio, así que, por simple definición, voy atrasada con esta lectura. Lo que sucedió es que en julio, por un motivo u otro, este libro no cuadró conmigo ni con mis lecturas de ese mes y recién ahora pude abordarlo.
Conocí a Rodolfo Santullo en la Librofest en una charla, precisamente, de novela negra y debo admitir que me pareció un hombre admirable, no solo por la forma en la que se desenvolvía en la charla, sino por su forma de pensar y por sus recomendaciones literarias. Así que desde entonces, su nombre rondaba en mi lista de lectura y cuando apareció Cementerio del norte, supe que tenía que leer y aunque increíblemente atrasada respecto al Club, por fin lo leí.
Como podrán imaginarse, el libro se sitúa en el cementerio del norte, la necrópolis más grande de la ciudad, donde convergirán tres oficiales de policía cumpliendo un servicio de dos-veintidós. Al parecer, el cementerio es el lugar perfecto para robar cantidades importantes de bronce, puesto que la mayoría de la tipografía de las lápidas y panteones es de ese material, por lo que el robo comienza a molestar de forma considerable a la intendencia, que termina contratando el servicio policial. No sé cómo está funcionando en la actualidad, porque sufrió algunas modificaciones, pero el dos-veintidós era un servicio que ofrecía la policía en el que se podía contratar oficiales para realizar guardias privadas a contra turno de sus rutina policial. Este tipo de servicio estaba muy extendido porque, básicamente, era la forma que tenía la policía de llegar a fin de mes. Hasta hace unos cuantos años, el sueldo policial no era demasiado abultado y los oficiales debían tomar este tipo de decisiones para generar otro ingreso, lo que los obligaba, en realidad, a extender su jornada laboral a más de veinte horas de trabajo. Una auténtica locura y, si me lo permiten, me gusta mucho que el autor lo introdujera porque se lee sin grandes problemas como una crítica.
Machado, quien lleva la voz narradora del libro, Vázquez y Moriz son los tres policías que deben hacer guardia en el cementerio del norte desde las diez de la noche hasta la seis de la mañana. Los tres deben compartir sus noches de servicio con Sartori, el sereno que vive allí en una casucha muy precaria. Una quematuti que no calienta demasiado, una cocina de dudosa pulcritud, una pequeña cama, una pequeña mesa y una silla es todo lo que hay en la caseta de Sartori, por lo que, forzosamente, este libro tiene que ser una novela de personajes, puesto que los cuatro están al amparo de la casucha durante el invierno cumpliendo con su trabajo.
Esa convivencia diaria los obliga a compartir la cotidianidad y por eso, al menos al principio, se me hizo un libro un poco pesado solo porque, en realidad, no había una trama ni tampoco avanzaba mucho el libro en sí mismo. Sin embargo, al poco tiempo entendí de qué iba la cosa y empecé a apreciar otras cuestiones, como las temáticas y el trasfondo que tenían las charlas entre los personajes. Hay una presencia constante de las penurias económicas de los compañeros de Machado, que él no tiene porque tiene un buen pasar económico y, además, tiene estudios universitarios, aunque sin finalizar, lo que lo hacen sentir superior a los otros policías. Hay un tema social igual de marcado, sobre todo por el lugar donde está el Cementerio, que se lo considera un tanto marginal, cómo la mayoría de los vecinos no puede llegar a fin de mes y cómo eso los puede convertir en potenciales ladrones de bronces. Hay algo de «el barrio te condiciona» que también se veía en Estokolmo, reseñado aquí.
Pero también hay una presencia importante de la apatía, de lo destrozados que están, lo infelices que son, lo grises que son y no lo digo para resaltar una complejidad, que sí está, sino para señalar la falta de color en sus vidas que, en realidad, no es más que una cualidad muy uruguaya. En el caso de Machado, también es impresionante la crisis de identidad que atraviesa. No sabe muy bien porqué es policía, porque realmente no le gusta, no sabe por qué está allí con esos tres hombres que considera inferiores, no sabe qué hacer de su matrimonio o de su vida y su crisis se me hizo muy real. Por eso, y también porque está curtido por la vida, él y Vázquez, desencantados y sabiendo que nada es como debería ser, no están realmente interesados en descubrir quién es el ladrón de cobre ni siquiera por hacer las habituales rondas. Felipe Moriz, sin embargo, más joven y mucho más idealista que sus compañeros, se emperra en ir hasta el meollo de la cuestión.
Es un libro que me sorprendió, no solo porque uno puede reconocer en sus personajes al uruguayo promedio o reconocer frases o incluso lugares, sino por la profundidad que aborda. Me gustaron algunos detalles bien interesantes como la leyenda urbana del fantasma, que suele ser algo muy particular de los cementerios y, si quieren, de nuestra idiosincrasia uruguaya, y me gustó que Machado estuviera leyendo Crimen y castigo, pero más me gustó que no haya podido terminarlo, como dejando entrever que su crisis no había sido resulta. No sé, ese tipo de detalles que significan tanto para los personajes, me parecieron bien bellos.
Un libro interesante y bien uruguayo. Recomendado para aquellos que quieran abordar cómo era el Uruguay de hace diez años y cómo, si quieren, ese Uruguay ha ido cambiando y manteniéndose igual en algunas cosas, que también creo que es una crítica que busca hacer el autor. Sorprendida con este libro. Tres estrellas de cinco.
Hola, Agus! Me gusta a mí, por otro lado, encontrar cosas que charlamos en la reunión del club (aunque tú no viniste esa vez, así que es más gracioso todavía) en tu reseña, y más. Está bueno porque creo que a todos nos caló hondo, en ciertas partes, y porque bueno, es tu opinión personal y única. Así que esa mezcla de recordar y de aprender me deja muy satisfecha :). Como que el libro nos llegó de una manera más general y la compartimos, pero también de otra personal. No sé si me explico (?
Un beso!
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