¿Creen que puedan hacerme un favor? Cierren un momento los ojos y piensen cuantas pintoras, artistas mujeres conocen. Tómense un momento. ¿Cuántas fueron? ¿Dos, tres? No les voy a mentir, en mi caso no se me ocurrieron más de cuatro o cinco y me sentí mal por ello. En realidad, primero me sentí mal por no conocerlas y, casi de inmediato, me sentí enojada. Por eso en esta edición de #Mujeres2019, una iniciativa creada por Laura del blog Palabritas Ajenas y de la que pueden informarse aquí, creo pertinente hablar de pintoras.
Gabriele Münter es especial porque su historia es la historia de muchas mujeres en el arte. A pesar de que que Gabriele Münter era una artista por sí sola, el mundo del arte la recuerda por ser la compañera de Vasili Kandinsky. A ojos de muchos, el trabajo de Münter es invisible o, como mucho, una nota al pie de página de la biografía de Kandinsky. Tristemente, ella era muy consciente de esto y dice al respecto en uno de sus diarios: «Para los ojos de muchos, yo sólo fui un innecesario complemento a Kandinsky. Se olvida con demasiada facilidad que una mujer puede ser una artista creativa por sí misma con un talento real y original».
Nació en Berlín en febrero de 1877 y como la familia Münter era adinerada, lograron costear su educación artística con maestros privados. De hecho, en 1897 asistió a Malschule für Damen, una escuela de arte para mujeres en Düsseldorf. Tiempo después emprendió un viaje junto a su hermana a Estados Unidos, ya que sus padres tenían

raíces allí. Viajaron a Missouri, Texas y Arkansas y con 21 años, Gabriele fotografió escenas de la vida cotidiana con una gran calidad con una Kodak.
Al regresar en 1901 se estableció en Múnich. Allí no pudo entrar a la Academia de Bellas Artes porque no estaba permitido el acceso a mujeres, de modo que terminó estudiando en una asociación femenina de pintura, pero pronto se aburrió de esa institución y se cambió a la escuela de arte Phalanx, donde trabajaba Kandinsky.

Kandinsky
(1906-07)
En el verano de 1903, Kandinsky y Gabriele se comprometieron, a pesar de que él estaba todavía casado. Vivieron juntos por mucho tiempo hasta que él se divorció en 1911. Vivieron juntos hasta 1917, cuando la Primera Guerra Mundial tensó demasiado las relaciones y Kandinsky se vio forzado a salir de Alemania por ser ciudadano de una potencia enemiga, dado que era ruso.
Entre 1904 y 1908, ambos viajaron por diversos países: Rusia, Holanda, Francia, Italia, Suiza, Austria, Túnez. Gabriele se colmó de arte, de imágenes, de sensaciones, de formas, de colores. En uno de esos viajes, entre 1906 y 1907, visitaron París y allí Gabriele se vio muy influenciada por Matisse y, de hecho, ella misma recuerda que uno de los momentos más importantes de su vida fue ver la obra post-impresionista. A propósito de ese descubrimiento su estilo fue simplificándose, cada vez se aproximaba más a la simplificación. A lo largo de

este periodo de formación, su pintura evoluciona rápidamente desde el impresionismo, e incorpora diversas influencias, como el Fauvismo o la pintura de Gauguin y Van Gogh, que dejaran una huella evidente en su obra.
Por ejemplo, se nota con claridad la influencia de Gauguin en las grandes superficies homogéneas de color y en la ausencia de líneas de perspectiva, así como los fuertes colores típico de las fauvistas.
Entre 1909 y 1910 expuso sus obras en Múnich, junto a Kandisnky y Franz Marc, pero los tres abandonaron el grupo para fundar Der Blaue Reiter, conocida en español como la sociedad del Jinete Azul. Este grupo de vanguardistas transformó por completo el expresionismo alemán. En estos años Gabriele compra una casa en Murnau que se transforma en centro neurálgico para la vanguardia artística de Alemania.

Es en Murnau donde, mientras Kandinsky da un paso definitivo a la abstracción, ella se vuelva al desarrollo de paisajes y retratos, llenos de colores vibrantes.
Jawlensky, pintor expresionista ruso, orientó a Gabriele para que aprovechase la expresividad de la línea que se hallaba ya presente en su pintura y desarrollase el estilo cloisonné que la caracterizó durante el resto de su carrera, con las marcadas líneas negras que delimitan los planos de color.
A partir de 1920, Münter vivió alternativamente entre Colonia, Múnich y Murnau am Staffelsee. Debido a una constante depresión, prácticamente dejó de pintar. Durante un

periodo de residencia en Berlín, en 1925, produjo reducidos retratos de mujeres hechos en lápiz. Solo tras una larga estancia en París en 1929/30, su actividad creativa cogió

nuevo impulso. Allí recibió el impacto de la gran retrospectiva dedicada a Cézanne.
En 1932 regresó a su casa en Murnau, donde vivió con el historiador de arte Johannes Eichner. Durante este período, pintó sobre todo flores y obras abstractas. En 1937 los nazis prohíben una exposición suya en Munich, ya que el arte de estilo expresionista era considerado «arte degenerado» y por lo tanto contrario a los intereses del nuevo régimen instaurado en Alemania. Esto le afecta profundamente pero que no logra volver a separarla del arte, aunque sí se retiró de la vida pública.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Gabriele Münter escondió más de 80 obras de Kandinsky y otros miembros de Der Blaue Reiter, además de

obras propias, salvándolas de la destrucción. Estas pinturas se las regaló en 1957 a la ciudad de Múnich, donde ahora son exhibidas en la Lenbachhaus, importante museo alemán.