Qué difícil dar la talla después de un libro tan maravilloso como El Padrino, ¿no? Mi relación con Mario Puzo es algo peculiar porque, curiosamente, empecé leyendo Omertá, uno de sus últimos libros, y luego leí El Padrino que, como pueden imaginar, me maravilló. Desde entonces no había vuelto a la prosa de Puzo, pero lo cierto es que la sensación del último libro que leí estaba muy fresca en mí porque, de verdad, El Padrino es una maravilla de la literatura de mafia. Así que con esa sensación me inmiscuí en El último don.
Tenía el libro desde hacía un par de meses, pero por un tema u otro, no me había aventurado a leerlo y si lo hice, honestamente, solo fue porque Gio y Daniel organizaron una lectura conjunta. Así que, entusiasmada, me puse a leer y qué decirles, me gustó mucho. Si bien debo decir que al principio me fue imposible no compararlo con El Padrino, no solo porque era mi recuerdo más fresco sino porque tiene cosas en común bastante innegables, luego la historia se fue desprendiendo suavemente y toma una autonomía propia que consiguió engancharme mucho.
Salvando las mil diferencias, el argumento es parecido a El Padrino aunque, si vamos al caso, todos los libros de Puzo son parecidos entre sí, lo cual es maravilloso porque destaca en un género pero es más aún maravilloso porque cada libro tiene sus propias peculiaridades dentro de la temática. Se trata entonces, como pueden imaginar, de una familia de mafia siciliana, ubicada en la costa este de Estados Unidos, que están bajo las órdenes de un viejo Don que es tradicional desde el punto de vista moral y que está obsesionado con legalizar los asuntos de la familia e irse alejando del crimen. ¿Les suena a algo?
Como les decía, al principio se me hicieron historias muy parecidas, incluso porque las dos empiezan con una fiesta: una boda en El Padrino y un bautizo doble en este caso. Pero poco después, me di cuenta que las diferencias argumentales se detenían allí porque a las claras se nota que Don Clericuzio no tiene la crueldad, ni tampoco la astucia si vamos al caso, de Don Corleone y que sus hijos Giorgio, Vincent y Petie no son para nada iguales a Michael, Sony y Fredo. Sin embargo, la estructura familiar es bien parecida, incluso existe un sobrino Pippi de Lena que tiene, si quieren, cierto parecido con Tom Hagen. Me parece claro que en El Padrino los personajes son más complejos, oscuros e interesantes, pero ojo con esto, si en El último don no destacan lo suficiente es porque, en realidad, los protagonistas de esta historia no son ellos, sino la tercera generación.
Don Clericuzio, en el bautizo y en el momento inicial de su novela, desea y planea que su nieto Dante y el hijo de Pippi de Lena, Cross, sean hombres limpios y honrados que se alejen de la mafia. El viejo tiene ese deseo, sobre todo, porque la familia ha sobrevivido a una guerra muy sangrienta contra otra familia del crimen, los Santadio, y si bien el triunfo fue para los Clericuzio, las bajas fueron duras: falleció el yerno del Don y padre de Dante y también un hijo del Don.
Sin embargo, como pueden imaginar, son Cross y Dante los que llevan la batuta en esta historia, a pesar de los deseos del Don. En el caso de Cross lo mandan a un casino en Las Vegas para que aprenda del negocio del juego, que quieren legalizar en todo el territorio estadounidense, y a Dante, un poco porque su personalidad lo requiere, lo mandan – después de rebotar un poco en cada área – a aprender el viejo negocio de la muerte. Ya con esto que les digo se pueden ver las diferencias entre uno y otro: Dante, un hombre brutal y que disfruta de matar a sangre fría y Cross, un hombre de negocios. Pero además, diferencias físicas muy notables, como la baja estatura de Dante, poco propia de los Clericuzio, y que el joven intenta paliar con unos sombreros algo extraños. Puzo todo el tiempo está poniendo en oposición a estos dos personajes, un poco haciéndonos saber que, en última instancia, serán ellos los enfrentados.
La historia se desarrolla entre Las Vegas, en donde está instalado Cross, y curiosamente, Hollywood, porque la industria del cine tiene un papel importante en todo el asunto. De nuevo, muy parecido a El Padrino. De algún modo creo que Puzo se ve obnubilado por Hollywood o, en cualquier caso, por las relaciones entre el cine y la mafia porque suele ser un recurso recurrente. Allí en Los Ángeles aparecerán una mirída de personajes secundarios, desde los jefes de un importante estudio hasta Claudia de Lena, una guionista de renombre y la hermana de Cross, hasta una estrella de Hollywood con un problema algo grave con su propio esposo y una película millonaria que se ve detenida de golpe.
Todo ese batiburrillo de personajes me hizo pensar a dónde iba todo aquello, pero a pesar de la confusión inicial, conforme la lectura avanzó se hizo más claro cuál era el objetivo y, qué decirles, me gustó mucho. Para empezar, las novelas de mafia me gustan mucho y en este caso, me gustan mucho las de Puzo porque yo no sé ustedes, pero a mí me llama mucho la atención el conocimiento que el hombre tenía sobre el tema y lo fiel que parecen ser sus historias a la realidad, lo cual me envuelve mucho a la hora de leer. Palabras como omertá y códigos como confirmación, una muerte dejando pistas para que se vea como un ajuste de cuentas, o comunión, una aparición sin dejar rastros, se me hacen muy interesantes.
Si bien, como les decía, Don Clericuzio no es Don Corleone tienen cosas muy parecidas como cabeza de familia. El Don, tanto uno como otro, parecen ser venerados de un poco casi religioso, en tanto generan una lealtad brutal y son castigados de manera inapelable si esa lealtad es burlada. Los valores que como cabeza de familia el Don dicta son cumplidos a rajatable como si fueran leyes sagradas y depende del Don, y únicamente de él, entender si una violación a esos códigos debe ser entendida, perdonada o castigada y cualquiera sea su decisión, nunca se cuestiona. Pero además, lo que más me asombró en este caso es que, aún con ochenta años y desde su sillón, Don Clericuzio parece omnipotente y omnipresente.
Una de las cosas que más me gustó en esta novelas son las oposiciones que plantea el escritor. La generación nacida en Sicilia tiene unos valores que los nacidos en Estados Unidos no comporten, no solo porque tienen otras comodidades y se acostumbraron a la vida norteamericana sino porque tienen otro modo de proceder. Por eso, entre otras cosas, Don Clericuzio recluta los soldados en Sicilia y no en Estados Unidos, porque sabe que la ley omertá es sagrada en Sicilia y muy flexible en Estados Unidos. Pero más allá de eso, las nuevas generaciones no están preparadas para manejar las cosas como lo hacían los sicilianos, sobre todo ahora que los colombianos y los mexicanos se metieron en el negocio de la droga, por eso entre otras cosas, el Don quiere legalizar la familia. Incluso la dicotomía entre el matar por placer y diversión y la muerte como estrategia se ve entre los Santadio y los Clericuzio, una trama que siempre sobrevuela pero que no cobra sentido hacia el final de la novela.
Sin embargo, creo que lo que más me gustó de este libro, además de un estilo muy particular, fue que me sorprendió. Hacia el final creí que lo sabía todo, pero literal las últimas dos páginas me dejaron boquiabierta porque, en realidad, entendemos por qué el Don es el último Don y por qué actuó de tal o cual modo.
Ampliamente recomendado. Una novela propia de Puzo con todo lo que nos gusta del autor, es decir: las claves mafiosas, los personajes complejos y duros, las historias entreveradas y un estilo muy amenos que no permite soltar el libro. Cuatro estrellas de cinco.
Puedo comenzar a leer a Mario Puzo con «El último don» , o necesito leer otro para entenderle?
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Hola! Podés empezar leyendo a Puzo con «El último Don» sin problemas. Los únicos libros que van juntos con «El Padrino» y «El siciliano».
Saludos
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