Ahora soy una adulta y puedo adquirir mis libros con el dinero de mis propios bolsillos, pero no siempre fue así y estoy segura que se pueden identificar con ello. Durante mi adolescencia no pude leer tanto como hubiese querido, no porque mis padres no me compraran sino porque me daba vergüenza pedir libros cuando, en realidad, no lo necesitaba, así que vegetaba entre los regalos de cumpleaños, que en esa época no eran libros, algún dinero que recibía por concepto de onomástico o, en última instancia, alguien que amablemente me prestaba.
Y estoy segura que vos, adolescente, te podés identificar con esta realidad o que vos, ya adulto, te identificas con tu yo adolescente.
Sin embargo, ahora leer es gratis ¡y ya no hay excusas para no hacerlo!