Una de las cosas que hicieron de Harry Potter un fenómeno tan formativo para una generación es que, precisamente, el protagonista crecía con su público. Fíjense ustedes que Harry Potter y la Piedra Filosofal se publica en 1997 y Las Reliquias de la Muerte ve la luz en 2007, es decir que para cuando la saga finalizó había pasado diez años en la vida de sus lectores y teniendo en cuenta que la edad promedio de los lectores al empezar era de diez años, para cuando la saga terminó esas personas tenían ya veinte años. Una generación había atravesado la adolescencia junto con Harry Potter.