Joël Dicker – El enigma de la habitación 622

Cuando en el 2018 Dicker publicó La desaparición de Stephanie Mailer la editorial promocionaba el libro con la siguiente frase: «Solo Dicker puede superarse a sí mismo». Para ser honesta con ustedes, me pareció que eso no sucedía en ese libro, que sí pretendía hacerlo pero se enredaba de forma innecesaria y no terminaba lográndolo. Sin embargo, lo logra y con creces en El enigma de la habitación 622. El nuevo lanzamiento editorial de Dicker me encantó.

Este libro tiene todo lo que me enamoró de Dicker: la ruptura temporal, la cajita china, el amor por la escritura y la prosa, pero logra darle una vuelta de tuerca que le da un condimento muy especial y es que este libro es muy personal para él. Desde el momento que vio la luz editorial, Dicker tuvo un único editor que fue Bernard de Fallois, un importante y reconocido editor francés que, además de aconsejarlo en lo estrictamente literario, también se hizo su amigo y mentor, a pesar de los sesenta años de diferencia de edad que los separaban. Justo antes de la publicación de La desaparición de Stephanie Mailer, Bernard falleció y dejó un vacío muy profundo en la vida de Joël. Este nuevo libro es, en realidad, un homenaje a él, a su relación y a todo lo que aprendió junto a su editor.

Sin embargo, el hecho que sea un homenaje no es lo único que lo convierte en un libro diferente sino que hay dos razones más y, de hecho, una de ellas me sorprendió terriblemente. Hasta el momento todos sus otros libros habían sido ambientados en Estados Unidos, país donde él vacacionaba de chico y siempre mencionó sentirse cómodo escribiendo sobre la cosa este o, como es el caso de Los últimos días de nuestros pades, Gran Bretaña. Este nuevo libro, en cambio, tiene lugar en Ginebra, Suiza, su ciudad natal y no solo fue un cambio de escenario per se sino que me dio la pauta que este libro tenía algo diferente.

Sin dudas lo que más me sorprendió de este libro y cuando digo me sorprendió en realidad quiero decir que me explotó la mente es que, en realidad, el personaje central de este libro y quien lleva el hilo de la trama es el propio Joël Dicker, él es su propio personaje. Me pareció original, novedoso, diferente y me gustó mucho. Es de esas cosas de Dicker que me sorprenden y me fascinan a la vez. Además, nunca había leído un libro donde se jugara con esa posibilidad, si ustedes conocen algún libro de ficción que lo haga, por favor, déjenlo en los comentarios.

Este personaje, curiosamente, está pasando por lo mismo que tuvo que atravesar Joël Dicker escritor, es decir que su editor falleció y está planeando escribir un libro homenaje a él, pero le está costando lo suyo, no da pie con bola y decide, un poco para escapar de una decepción amoroso y otro poco para distraerse, irse de vacaciones a uno de los lugares preferidos de Bernard.

A este punto Dicker rescata un recurso que he visto en unas cuantas novelas de detective clásicas, y me refiero al detective que se va de vacaciones y se da de bruces con un enigma que debe resolver. En este caso, obviamente, el enigma es el de la habitación 622 y no es más ni menos que, en realidad, esa habitación no existe. Hay una habitación 621, 621 bis y 623, pero la 622 no existe. Dicker, empujado por Scarlett, su vecina de habitación, empieza a investigar qué sucedió allí para escribir un libro al respecto.

Aquí Joël vuelve a romper la temporalidad, una de sus características más notables, y en esta ocasión nos regala tres líneas temporales. Una quince años antes del momento del asesinato, una que nos cuenta qué sucedió en el momento del asesinato y otra que nos habla de la investigación que Dicker y Scarlett están llevando a cabo. Sin embargo, creo que en este libro el asesinato, de un personaje que no conocemos porque nos enteramos quién falleció hacia la mitad del libro, es notoriamente la excusa, el puntapié inicial que le permite abordar otras temáticas. No creo ni un poco que sea el tema central, esta no es una novela de detectives y si vamos al caso tampoco creo que sea un thriller, es claramente otra cosa.

Respecto a la tercera línea temporal, la que más disfruté, a través de ella conocemos un poco más la relación entre Dicker y Bernard porque Scarlett le insiste para que le cuente cómo era él, cómo fue su relación laboral, cómo se conocieron, cómo ambos se tomaron el éxito de La verdad sobre el caso Harry Quebert y Dicker, al contarle, nos cuenta también un poco a nosotros cómo fue todo aquellos y es realmente lindo de leer. Es en esta parte, sobre todo al principio del libro, que Dicker nos vuelve a hablar de la escritura y las claves de escribir un libro y qué quieren que les diga, se me cayeron las medias. Sobre todo en esta línea temporal vuelve a estar presente esa sensibilidad, esa prosa tan particular que me hizo caer por él y de verdad que lo disfruté muchísimo.

Más allá de todo esto, el libro pone el foco sobre la banca suiza, el modo que es un pilar para la economía el país pero, en realidad, tampoco es el tema central. Si tengo que decirles de qué va este libro, honestamente elijo no contárselos porque creo que deben descubrirlo por sí mismos, solo deben saber que es un libro sobre amistad, sobre amor, sobre traición, sobre ambición, sobre parecer, sobre engañar y sobre, fundamentalmente, el papel que tienen padres y mentores.

Al empezar la reseña les mencione que este libro también tiene uno elemento que me enamoró de Dicker y que yo gusto de llamar la cajita china. Este libro físico que cada uno leerá, al igual que lo que sucedía en La verdad sobre el caso Harry Quebert, es el libro que Joël personaje escribió. Esa idea me parece revolucionaria, original y me encanta.

Por último, decirles que al menos para mí, este libro tiene cantidad de guiños a otros libros anteriores del escritor. No sé si lo hizo a propósito o si se fue dando de forma natural, pero creo que un lector avezado en la obra de Dicker puede notarlo. A Joël lo mencionan muchísimo como el Escritor, de la misma forma que llamaban a Harry Quebert en Aurora en 1975. La dupla de Joël y Scarlett emula la dupla que tenían Marcus Gooldman y el detective Gahalowood, aunque no llega a ser tan graciosa. Desde luego, la relación entre Dicker y Bernard tiene reminiscencias claras a la relación de maestro/alumno que tenía Harry Quebert y Marcus. Sin embargo, aunque la mayoría de los guiños se los hallé a su libro más conocido, también es cierto que uno de sus personajes más importantes lleva el apellido de el protagonista de El tigre, un relato que escribió cuando tenía 19 años.

En conclusión, un recomendado sin dudar. Cargado de los giros clásicos del autor, sus quiebres temporales y la cajita china, también es cierto que se destaca por ser un libro personal, especial, íntimo y decididamente diferente. Para mí es claro que todas las temáticas que hay alrededor del asesinato son lo importante y lo que Dicker quiere destacar y se nota. Se nota en cada palabra, en cada página que hay temáticas, relaciones que son importantes para él y que quiere hablar sobre eso, se nota el amor volcado en este libro y la relación tan bonita que tuvo con Bernard. Solo Dicker se puede superar a sí mismo y en este caso sí encaja. Me encantó y me reafirmó que Joël es uno de mis autores preferidos. Cinco estrellas de cinco.

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