George Pelecanos – El hombre que volvió a la ciudad

Me gustan las recomendaciones, me gusta descubrir autores nuevos y también me gusta descubrir ciudades nuevas. Este libro me gustó mucho tanto como me sorprendió. Es una historia chiquita, acotada, incluso diría que sencilla pero con eso alcanza porque el autor a partir de esa premisa simple logra profundizar en una cantidad de cuestiones sociales muy peliagudas y esa habilidad me dejó sorprendida.

Porque antes de meternos de lleno en la novela, hay que hablar de su escritor porque George Pelecanos es un señor importante. Nacido en 1957 se trata de un escritor, guionista, periodista y productor audiovisual. Tiene una veintena de novelas publicadas, todas ellas ubicadas en la capital de Estados Unidos, con la que tiene una relación bien particular, en las cuales toma como base las líneas del género negro pero se las arregla para dotarlas de una dimensión social y crear una realidad concreta y acotada pero a la vez universal. Sin embargo, más allá que es considerado uno de los escritores estadounidenses más importante del género negro en la actualidad, es probable que su salto a la fama le haya llegado como guionista de televisión. Este señor, junto con un grupete de otros hombres, es el creador y guionista de The wire, una serie que no vi pero que tiene unas críticas alucinantes y que tengo pendiente.

Este libro es un conglomerado de homenajes y se nota en cada paso. Es un homenaje a su ciudad, Washington DC es prácticamente un personaje en sí mismo, pero también es un homenaje a sus escritores favoritos y, lo que más me gustó, al poder de la literatura. De verdad, fue una sorpresa muy agradable este libro y lo recomiendo mucho.

Este libro tiene tres personajes tan diferentes como complejos. Sin embargo, hay uno que destaca y, si quieren, es quien lleva el peso del libro por la transformación tan bonita que lleva a cabo. Michael Hudson es un joven de veinticinco años que está preso. Fruto de una familia de clase trabajadora, en un momento cometió un error que lo llevó a la cárcel y precisamente ese lugar es un reinicio para él porque allí conoce a Anna, la bibliotecaria de la cárcel y quien le abre las puertas a un mundo nuevo.


Cuando leía un libro, la puerta de su celda estaba abierta, y podía cruzarla sin más. Podía pasear por aquellas colinas, bajo aquel ancho cielo azul. Respirar el aire fresco que lo rodeaba. Ver cómo las sombras recorrían los árboles. Cuando leía un libro, no estaba encarcelado. Era libre.


Anna, este otro personaje tan importante para la historia, es quien lo introduce a la literatura y tiene un papel fundacional en la historia de Michael porque gracias a ella, él se convierte en un ávido lector. Cada semana Anna le llevaba un libro, pero Michael siempre le pedía otras recomendaciones que siempre recordaba. La forma en la que el autor logra retratar el poder que tiene la literatura como fuerza liberadora es realmente fantástico.

Guiado por ese cambio que se dio en la cárcel, Michael está decidido a encauzar su vida de modo que cuando es puesto en libertad, se pone a trabajar e incluso evalúa la posibilidad de volver a estudiar. Michael es, de hecho, el hombre que volvió a la ciudad, un eufemismo carcelario sobre la recuperación de la libertad. Sin embargo, Phil Ornazian tiene otros planes para él y aquí es cuando aparece nuestro tercer personaje. Se trata de un detective privado que tiene un negocio paralelo mucho más rentable: se dedica a manipular testigos (de hecho fue así como la causa por la que Michael fue encarcelado fue sobreseída), allanar domicilios, robar a proxenetas o ajusticiar violadores. La gran motivación de Phil es dar un futuro próspero a su familia, su esposa y sus hijos negros y menciono el tema racial porque tiene una importancia en la historia.

Phil trabaja junto a Taddeus Ward, un veterano jubilado de la policía que lo ayuda en sus intentos de rememorar a Robin Hood y Rambo en una sola acción. La dicotomía entre uno y otro es notoria y George la aprovecha para abordar algunas cuestiones. El pasar económico de Ward es bueno, tiene ya una hija universitaria y una buena casa, un buen trabajo. No es menor mencionar que Ward es un hombre blanco. Phil, por otro lado, tiene luchas constantes para llegar a fin de mes, sus hijos son chiquitos y su esposa es una ama de casa. Son dos mundos distintos, dos generaciones marcadas por el tiempo que les tocó vivir: Ward fue a Vietnam y Phil a Afganistán. Los dos hombres, a la vez, son un retrato claro de un personaje cargado de defectos, de códigos de lealtad, del respeto y la defensa de las mujeres.

El caso es que Phil piensa en Michael para unos trabajos que tiene en mente y trata de empujarlo hacia la vida delictiva chantajeándolo. El trío entre Phil, Ward y Michael es tan disparatado como maravilloso.

Más arriba les mencionaba que Washington DC es prácticamente otro personaje más y esto es real. No se trata solo de la ciudad en la que se ubica la historia, sino que forma parte vital de ella. Según tengo entendido hay una seguidilla de escritores estadounidenses como Dennis Lehane o James Ellroy, que le dan a la ciudad en la que ubican sus historias, siempre las mismas, un protagonismo tal que logran comunidad, simbiosis entre el paisaje y sus personajes y en el caso de Pelecanos se trata de Washington.

Se habla mucho de las transformaciones barriales que se dan por el crecimiento de ciertas clases sociales progresistas que le dan un lavado de cara a bares y establecimientos. Se aborda la temática racial no solo a partir de la situación de Phil sino también al  mencionar que hay barrios de negros e incluso barrios de negros profesionales. Hay una demarcación geográfica permanente entre la clase y la raza durante todo el libro.

Si bien la temática racial es uno de los temas principales, me sorprendió que el autor se las arreglara también para hablar de prostitución, explotación sexual e incluso violación. La indignación que siente Phil ante esos hechos es, en realidad, la indignación de todo lector y Pelecanos también juega con eso. Me gustó mucho que incluyera esas temáticas porque no las esperaba. A fin de cuentas, este libro tiene un poco de todo y no por eso cojea en algún lado, creo que lo hace más integral, si acaso tiene sentido.


Todos los días se llevaba un libro al trabajo. Lo leía a la hora del almuerzo, en el comedor vacío de la tercera planta, o en el exterior, sentado en una de las meses de la terraza, cuando hacía bueno.


Sin embargo, lo que más me gustó y creo que pueden imaginar por qué, es cómo se aborda el tema de la lectura. El modo en que Michael evoluciona de no haber leído nada que no fuese por obligación en el secundario a tener una biblioteca propia y poder llevarla es precioso. La literatura y esa relación tan linda que mantienen él y Anna le permite a Pelecanos homenajear a sus autores preferidos como Elmore Leonard.

Sin embargo debo aclarar que, en cualquiera de los dos casos, sentí que me perdía cosas. Hay mucha explicación respecto a Washington como los cuadrantes y los distritos escolares que me perdían un poco porque no podía relacionarme con eso. Por el lado de los libros que se leía tanto en el Club de lectura carcelario como los que leía de forma individual Michael, si bien explicaban de qué iban y había un análisis posterior, sentí que me perdía referencias o incluso chistes que no lograba captar porque no conocía a los autores o había leído un libro.

Punto aparte la edición. La serie negra de RBA es siempre garantía de calidad, pero de verdad que tengo que hacer una mención especial porque está tan cuidada que creo que le da un plus a la lectura. Tanto la sobrecubierta como la tapa son espectaculares, la tapa dura le da una sobriedad y, también hay que decirlo, los autores que tiene ese sello son también una maravilla. Si ven por ahí algo de RBA pésquenlo que no se van a decepcionar.

Recomiendo mucho este libro. Es atrapante cómo una historia sencilla, simple se hace tan universal y humana. Es una historia sobre las segundas oportunidades, sobre las diferencias de clase y raza en una ciudad atravesada por esos tópicos y es, sobre todo, un libro sobre el poder liberador y emancipador de la literatura.

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