El consumismo y los libros

Hasta el lunes 9 de octubre está abierta la Feria Internacional de Libros de Montevideo y no pienso ir. Sí, tal vez sea un comienzo un poco tétrico e incluso violento, y desde ya aclaro que no tengo nada personal con el evento. Más de una vez he ido y recorrido la carpa y el Atrio de la Intendencia con absoluta alegría y devoción por los libros, tratando de pescar alguna historia que me atrapara, de esas que no puedes soltar hasta terminar. Pero este año no voy a ir, sencillamente porque tengo más libros de los que puedo leer.

En el último tiempo, probablemente porque el blog también lo exige, he adquirido cantidad de libros que comienzan a acumularse uno encima del otro, cual torre de Babel, con el único propósito de juntar polvo. ¿Por qué? No crean que soy tonta, cada vez que compro algo sé que no lo leeré de forma inmediata, ¿por qué lo compro entonces? Consumismo, señores, consumismo. Hoy, a propósito de la Feria del Libro y el desmadre que he ido haciendo con mi dinero y el orden en mi habitación, hablaremos del consumismo y los libros.

Vamos por partes. Para empezar, hagamos una distinción clara: una cosa es consumo y otra bien distinta es consumismo. Bauman tiene un libro dedicado a esto (uno muy interesante, por cierto). El consumo es algo común, todos lo hacemos a diario y la mayor parte del tiempo, casi de forma mecánica, rutinaria. E incluso, si se lo reduce a funciones estrictamente biológicas, el consumo es necesario por un tema de supervivencia: si no comemos, nos morimos. El consumo en sí mismo es un hecho inamovible a lo largo de la vida y, además, no se lo puede sujetar a una época histórica en particular. Durante todas las épocas historias hubo consumo. Todas. (Bauman, 2007: 43)

El consumismo, por otra parte, menciona Bauman, supone la reconversión de los deseos, del anhelo humano en la principal fuerza de impulso de la sociedad. A diferencia del consumo, que es un rasgo del individuo, el consumismo es un atributo de la sociedad en su conjunto. Para que este fenómeno tenga lugar, la capacidad de desear, de querer de los individuos debe ser reciclada como fuerza externa que pone en movimiento la «sociedad de consumidores».

Sin lugar a dudas, como Bauman es Bauman, relaciona directamente el consumo con la modernidad sólida y el consumismo con la modernidad líquida y para serles honesta, no puedo estar más de acuerdo. ¿Cuándo surge el consumismo como tal? Sí, esta es la parte en la que apelo a mi alter ego histórico. De forma tímida, tal vez podamos decir que aparece en el periodo entreguerras. Los años veinte fueron años prósperos, de bonanza económica y gran producción industrial. Sin embargo, el consumismo se sube a la cresta de la ola para quedarse allí, y no moverse, a partir de la década del cincuenta. Surge allí la sociedad de consumo y, tal vez como puedan imaginar, hace su primera aparición en Estados Unidos.

El consumismo está estrechamente vinculado, además, con la inmediatez y con la obsolescencia. Quiero tal prenda de ropa, tal electrodoméstico, tal libro o tal entrada a un concierto y lo quiero ahora. No puedo esperar por él, no puedo ahorrar, no tengo tiempo para eso y allí aparecen las tarjetas de crédito y el cómodo pago en treinta y cuatro cuotas. Ustedes saben de lo que hablo porque todos vivimos en el mismo mundo y dudo seriamente que las realidades nacionales cambien un fenómeno ya globalizado.

En cuanto a la obsolescencia, piense cuántos celulares tuvieron en los últimos tiempos. ¿Cuántos de ellos los cambiaron porque salió al mercado uno mejor? ¿Cuántos de ellos los cambiaron porque se rompieron? ¿Cuántos de ellos los cambiaron porque sencillamente se aburrieron? Es probable que se hayan comprado otro porque salió el Iphone 157. Esto habla de que el individuo está el servicio del mercado y no al revés. Busquen imágenes de las últimas ventas de Apple: colas y colas de personas esperando por su celular. Este fenómeno está relacionado, por supuesto, con el posicionamiento social y cierto estatus y prestigio antes los pares y la sociedad en su conjunto. Nada es aislado, aquí está todo relacionado.

Sí, es probable también que se hayan comprado otro celular porque el que tenían se ha roto. Cada vez más, los productos industriales vienen menos duraderos y lo hacen a propósito, porque eso supone una compra próxima. ¿Cuántos de ustedes vieron una vieja heladera General Electric? Ese mastodonte, actualmente, en pleno siglo XXI, sigue funcionando. ¡Como si no tuviese cincuenta años! Lo mismo con los autos. Lo mismo con todo. Si actualmente se hicieran productos duraderos, la economía se vería seriamente dañada porque no habría el consumo desmedido que existe y la crisis se cerniría en todos. Además, el desecho de la sociedad de consumo es brutal y no solo genera chatarrería, sino también contamina el medio ambiente.

¿Cómo es que los libros tienen que ver en esta lógica?, podrán preguntarse. Los libros no se rompen (a menos que los destrates, por supuesto), los libros no se cambian por uno mejor. No, los libros son otra cosa, no forman parte del consumismo, podrán decirme. Ilusos de ustedes. ¡Por supuesto que forman parte! Sí, tal vez no sea tan notorio, evidente y alevoso como los celulares o los electrodomésticos, pero sí siguen la misma lógica. No se dejen engañar.

Actualmente tengo doce libros en mi torre de Babel y no puedo leerlos todos. Hace dos semanas fui a una librería que estaba en liquidación por cierre final y volví con siete libros, ¡siete! Sí, es cierto que algunos eran de Historia y a esos los considero una inversión porque tiene que ver con mi carrera profesional, pero es innegable que si me entusiasmo un poco se me va la mano con la compra. No estoy diciendo que tengo una enfermedad ni mucho menos (la cual sí existe, por cierto), pero si admito de forma pública y sin tapujos que compro más libros de los que necesito.

Tal vez a ustedes les pase lo mismo. Habría que preguntarse por qué. Hay ríos de tinta en distintos blog que abordan este tema. Sin lugar a dudas, hay un gusto personal. No lo puedo evitar, me encanta leer y no quiero quedarme sin material de lectura. Sin embargo, estoy convencida que el ansia de adquisición es lo que me lleva a comprarlos. ¿Acaso necesito tener más? No, por supuesto que no lo necesito, pero sí lo necesito. La magia está en adquirir y adquirir, sin importar qué tanto tiempo los libros queden acumulando polvo en mi torre de Babel. Se trata de la novedad por la novedad misma. Hay una urgencia creada por la sociedad de consumo que me lleva a adentrarme en la librería por horas.

Creo, sin embargo, que hay otro motivo y ese es booktube. Ustedes saben de lo que hablo: hombres y mujeres que se paran frente a una cámara y hacen sus reseñas sobre diversos libros. No es mi ánimo criticar la plataforma ni mucho menos porque la consumo y lo cierto es que la disfruto, pero creo que es innegable que funciona como un escaparate. Cuando el chico o chica muestra el libro que leyó, y que además le encantó y que está contentísimo contándonos qué tan a gusto se sintió leyéndolo y bla bla, generan ganas de tenerlo en las manos y leerlo, casi por un mero deseo primitivo de imitación o tal vez, buscando el mismo placer que la otra persona. Funciona de la misma manera con los libros o con las bebidas gaseosas. Piénsenlo detenidamente: ¿a cuántos de ustedes les dan ganas de tomar cierta bebida cola cuando ven la publicidad en la televisión? Es exactamente eso.

Y por este motivo, y tal vez aquí sí me meta en un terreno desconocido, las editoriales financian y apoyan mucho booktube. Está comprobado que si tal o cual booktuber exhibe un libro en su canal, las ventas aumentan de forma considerable y no nos dejemos engañar, las editoriales quieren vender y la plataforma se les presenta como la gallina de los huevos de oro. La próxima vez que vean un haul, presten atención cuántos de esos libros fueron enviados por editoriales, cuántos de esos libros fueron enviados por editoriales buscando que sean enseñados y sus ventas suban.

Ahora bien, como digo una cosa, digo la otra. Sé que a pesar de que compro más de lo que puedo leer, mi nivel de consumo no está ni remotamente cerca del de algunas personas. También saben de lo que hablo: gente que compra una y dos veces y tres veces y cuatro veces el mismo libro en diferentes ediciones solo para coleccionar, lo cual me parece absurdo. Gente que se saca una foto cada vez que se compra un libro y la sube a Instagram, por el simple hecho de alardear la compra. En mi caso, tarde o temprano, los libros se leen. No compro por comprar para que queden allí. Sí, los acumulo pero los termino leyendo a la larga.

Para cerrar estas líneas, voy a hacer honesta con ustedes: el consumismo no me gusta y soy muy crítica con él, con el sistema y el capitalismo mismo. Sin embargo, no vivo en Asgard, vivo acá, en el planeta Tierra, también consumo y también compro de manera desmedida. Como ustedes. Creo que la clave está en ser consciente de qué consumimos y por qué lo hacemos. No dejemos que nos vendan un buzón, no nos dejemos manipular como niños chicos. Debemos saber que el sistema nos invita a comprar, nos lo roga constantemente, todo el tiempo. Debemos ser conscientes de ese hecho. Luego, si decidimos comprar, bueno, cada uno lo hará bajo sus propios criterios, pero sabiendo que lo hizo libremente, sin dejarse embaucar.

Ustedes dirán qué les pareció.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s