Empecemos por lo primero. Cómo se mujer, escrito por Caitlin Moran y publicado en el 2013, es el primer libro dentro de la iniciativa «Pongámonos las gafas violetas» de la Comunidad BBB Urugauy. Si no saben de qué va la iniciativa, se pueden informar aquí. Respecto a libro, no les voy a mentir, me generó sentimientos encontrados y en este preciso momento, mientras tipeo esto, todavía no tengo claro en qué terminará esta reseña.
Caitlin Moran es una periodista inglesa y este libro es una mezcla entre un ensayo y una autobiografía, puesto que relata lo que tiene que vivir una mujer durante su vida desde su propia experiencia. Ya de entrada tengo problemas con eso. En primer lugar, porque el tono con el que habla, que aparentemente debía ser gracioso e incluso arrancar carcajadas, a menudo me pareció demasiado cínico, aunque sí es cierto que es fresco y descontracturado. En ocasiones me costaba identificar si estaba siendo irónica o no y, sí, tal vez es un problema mío, pero la sensación no me gustó.
En segundo lugar, me parece que es inevitable mencionar que este libro está atravesado por una diferencia de clases abismal. Su experiencia como mujer es ser una mujer inglesa y desde luego hay diferencias económicas, sociales e incluso políticas que atraviesan y modifican el ser mujer en Europa o en cualquier país del Tercer Mundo. No es lo mismo. Además, los problemas femeninos provocados por el machismo que aborda, si bien son ciertos y muy reales, no dejan de parecerme algo superficiales. En un momento en el que luchamos porque no nos acosen por la calle, ni nos manoseen, ni nos maten, leer un libro sobre el modo en que una revista aborda una entrevista con Lady Gaga no me parece tan fundamental.
Incluso cuando menciona las diferencias salariales lo hace al pasar, como si fuera un tema simple al que no hay que prestarle demasiada atención, como tampoco aborda con seriedad la poca representación femenina que hay en la política, en las grandes multinacionales o en las cátedras académicas de investigación. El libro parece ser más un diario íntimo que la terapeuta le pidió que escribiera que un libro sobre feminismo. Me falto más compromiso, porque desde luego que el feminismo es mucho más que masturbación, sexo y drogas.
Por otro lado, la forma en la que generaliza no me gusta nada. Narrado desde su experiencia personal provoca que, el que lee, crea que el feminismo es tal como lo menciona Caitlin y no es así porque, entre otras cosas, en su definición de feminismo y sobre quién lo debe integrar está dejando de lado a las chicas trans porque no tienen vagina, y según ella, eso es un elemento fundamental para unirse al feminismo. Así como hay izquierdas y derechas, hay también feminismos y ese es un punto que se debería aclarar, porque la autora habla como si ella tuviese la verdad. Incluso, si me lo permiten, en ocasiones habla de las feministas radicales, como si quisiera diferenciarse de ellas y, además, marcar una diferencia clara entre quienes están del lado malo del feminismo, ellas, y quienes están del lado bueno, la autora. Raro.
Y encima, por si fuera poco, en ningún momento te explican cómo ser mujer, porque naturalmente nadie puede explicarte como ser o no mujer, de modo que el título del libro es engañoso. Sí, desde luego, podemos encontrar disertaciones sobre los tópicos masculinos y femeninos y cuál es su opinión, pero la autora no llega a una conclusión clara sobre cómo ser mujer, porque por supuesto no la hay. De nuevo, parece más un diario íntimo que relata su vida desde la adolescencia hasta los treinta y cinco que un libro sobre mujeres feministas emopoderadas.
Déjenme matizar un poco, que no es que el libro me pareció una bazofia. Lo que me ocurrió es que, en mi opinión, es muy desparejo. El libro se divide en capítulos temáticos que tienen como punto central un tema referido a la mujer que va narrando y analizando a partir de su vida personal. Es así que se tocan temas como la menstruación, la gordura, el vello corporal, el amor, el matrimonio, la maternidad y también la no maternidad y el aborto. Al empezar a leer el libro pensé que había encontrado una joya, porque los primeros capítulos, referidos a la menstruación, la gordura y el vello corporal me parecieron brillantes, pero luego… Madre mía, luego el libro decae muchísimo y, hacia el final, pongámosle el último 40% lo sufrí un poco, porque estaba desencantada con su estilo, que me había parecido bueno al principio pero ya no, con lo que decía y con la cantidad de referencias personales que hacía.
El capítulo sobre la menstruación está bueno y tiene una de las mejores frases del libro: «Quitar la sangre seca del algodón es un coñazo. Estábamos tan ocupadas frotando y frotando que no pudimos hacer campaña a favor del voto femenino hasta que no aparecieron las primeras lavadoras». Sin embargo, si bien creo que la menstruación es, desde luego, todavía un tema tabú en la sociedad, la mujer adulta ha logrado desmitificarlo y asumirlo con una naturalidad apabullante, al punto que anoche estábamos a los gritos en un bar hablando de flujo menstrual y la conveniencia o no de la famosa copa. Una mujer adulta ya no se esconde para pedir un tampón ni se avergüenza cuando pasa las toallitas por la caja en el supermercado. El dramatismo que trae aparejado la menstruación es propia de la adolescencia cuando, desde ya, todo el asunto es nuevo y difícil y doloroso y solo dan ganas de acostarse y llorar.
El capítulo sobre la pornografía me genera ciertos desacuerdos. Según ella, la pornografía en sí no es el problema, sino la industria pornográfica y no sé si estoy de acuerdo con ella. La pornografía es la industria pornográfica y la industria pornográfica es la pornografía, de modo que de cualquier forma es igual de machista. Entiendo cuál es su argumento, pero la realidad es que en el porno el hombre siempre es quien tiene el poder y lo que importa es su placer. La mujer no es más que un agujero.
Por otro lado, sí me parece acertado pensar que es ese porno, machista por donde se lo mire, el que está educando sexualmente a millones de adolescentes en el mundo y que, erróneamente, les está diciendo que el sexo es eso y no es así. Porque en el porno el orgasmo masculino es lo que importa y, de forma implícita pero muy firme, las adolescentes entienden que su orgasmo no es tan importante y viven una sexualidad frustrada.
Tal vez el capítulo que más me gustó, porque es un tema del que suele hablarse y que siempre está en cuestión, sobre todo porque las feministas son una panda de mujeres peludas y lesbianas que quieren conquistar el mundo, es el tema del vello corporal. «El pelo es un de las primeras preocupaciones de la mujer. Aparece, inesperadamente, y tienes que tomar decisiones sobre él; decisiones que te indican, a ti y al resto del mundo, quién eres». Aunque parezca increíblemente tonto, no lo es. Qué vamos a hacer con el vello que comienza a crecer es todo un tema y, en realidad, no lo es, porque enseguida viene mamá con una depiladora y te enseña que hay que sacarlo. Piernas, axilas, bigote, pubis. Que aquí no ha pasado nada, que donde ahora hay una zona irritada no ha pasado ni un solo vello.
Desde que somos chicas mamá, la abuela, la tía e incluso la burla de nuestras amigas nos han enseñado que si una mujer no se depila no es deseable para el otro sexo. Y como el otro sexo, aparentemente, prefiere tener relaciones con una mujer que tiene el pubis como una niña de cinco años, pues las mujeres vamos en estampida a depilarnos de forma concienzuda y minuciosa. Vamos, que eso no es otra cosa que ser tratadas como un objeto de satisfacción masculina. Nunca nadie jamás nos preguntó si preferimos depilarnos o no. nunca jamás. Pues lo tenemos que hacer, porque si no lo hacemos ¿cómo podremos soportar las miradas en la calle?, ¿los comentarios en la oficina?, ¿el horror del hombre de turno con el que me voy a acostar?
Aunque, como mencioné antes, no estoy de acuerdo con que solo deben ser feministas aquellas mujeres que tengan vagina, si estoy de acuerdo con lo que es el feminismo, que no es otra cosa que la igualdad de derechos y obligaciones entre el hombre y la mujer. Por supuesto, últimamente el conservadurismo ha echado fardo y fardos de mierda sobre el concepto, que lo ha rodeado de un manto negativo que, por naturaleza, no tiene.
Es aquí cuando habla, muy superficialmente, de la sororidad y de lo que significa. Es cierto que entre mujeres nos respetamos y nos tendemos una mano entre nosotras, pero eso ni significa que una mujer debe ser amable con todo el mundo ni que una mujer no pueda enojarse con otra ni criticarla.
«¿Qué creéis que ES el feminismo, señora? ¿Qué aspecto de la liberacion de la mujer no va con vosotras? ¿Es el derecho al voto? ¿El derecho a no ser una propiedad del hombre con que te casas? ¿La igualdad de salarios? ¿El vogue de Madonna? ¿Los vaqueros? ¿Todo esto tan cojonudo TE PONE DE LOS NERVIOS? ¿O solo ESTABAS BORRACHA EL DÍA QUE HICIERON LA ENCUESTA? […] Sin el feminismo, estarías demasiado ocupada pariendo en el suelo de la cocina, mordiendo una cuchara de madera para no estropear la partida de cartas de los hombres».
Después del capítulo sobre la gordura, que me pareció muy bueno por el modo en que critica el canon de belleza occidental y se inmiscuye en la vida de una mujer en una dieta eterna y agotadora por parecerse a la modelo de una revista que nunca llegará a ser, el libro decae enormemente. El capítulo sobre el matrimonio y las bodas, incluso el anterior donde mencionaba una relación tóxica, me parecieron absurdos. Completamente absurdos. Sí, es cierto que las mujeres hemos sido creadas para pensar en el casamiento desde que tenemos cinco años y que, al llegar a la edad de casamiento, tal vez entre los veinticinco y los cuarenta, prácticamente no dejemos de pensar en otra cosa, pero no solo es un pensamiento absurdo y completamente equivocado, sino que arroja un estrés por encontrar al hombre correcto que no vale la pena. Esto sucede porque desde siempre nos han hecho saber que sin un hombre no estamos completas y que no podemos valernos por nosotras mismas. ES MENTIRA. No necesitamos a un hombre para nada y tampoco existe una media naranja que nos complete.
Desde ese capítulo de la gordura, el siete, hasta el capítulo trece, «Por qué no deberías tener hijos», es todo absurdo y sin demasiado sentido para mí. Aunque me gustaría hacer un pequeño inciso antes de llegar al capítulo trece. Hay un capítulo en donde, quién sabe cómo, habla de los club de striptease y critica de forma abierta a las mujeres que se quitan la ropa por dinero, al considerar que le están fallando a la causa. Me enojé muchísimo, porque está claro que si la mujer está arriba de una pasarela sacándose la ropa no es porque le fascine sino porque claramente lo necesita. Hay una cuestión económica que atraviesa la situación y que lo simplifique y lo reduzca a un asunto tan tonto como «nos están fallando a las mujeres del mundo» me pareció estúpido.
Después del capítulo sobre el vello o la gordura, creo que el que más me gustó es aquel en donde Caitlin diserta sobre por qué no hay que tener hijos. La sociedad tienda a asociar de forma rápida el hecho de ser mujer con terminar a las cuatro de la mañana en una sala de partos, de piernas abiertas tratando de expulsar un bebé por la vagina sin tratar de cagarte en el proceso ni morir del dolor. No es así. La maternidad es una opción, pero parece no serlo, ¿cierto? Porque desde que nuestras niñas con chicas les regalamos el bebote y el cochecito para que comience a trabajar en sus instintos maternales cuanto antes. ¡La estamos coaccionando!
Por eso, cuando una mujer llega a determinada edad sin hijos, es inevitable que la pregunta comience a aparecer: ¿y piensas tener hijos?, ¿para cuándo los hijos? Lo que esa pregunta lleva implícito es que una mujer se siente incompleta sin tener hijos. Una mujer con hijos es superior a una que no los tiene, porque ya está completa y realizada y completamente feliz, aunque no haya dormido en tres meses y se pase sus días limpiando mierda. La maternidad es una elección y si decidiste no tener hijos, o tenerlos de forma no tradicional, no sos menos mujer que aquella que los tuvo y los parió.
Ya cuando la pregunta se asoma en un ámbito de trabajo o incluso en una entrevista laboral, el machismo que arrastra es brutal. Por supuesto, lo que esa pregunta quiere decir es: si realmente estás pensando en tener hijos pronto no te voy a contratar porque vas a tener baja por maternidad y no solo tengo que pagártela sino que, probablemente, deba contratar a otra persona para suplir tu ausencia. Además, por supuesto, una mujer con hijos es una trabajadora ausente, porque siempre que el niño está enfermo ella se tiene que hacer cargo.
Ya me dirán ustedes si un hombre está incompleto o no con un hijo o sin él y si alguna vez les preguntan a los hombres en una entrevista si piensan que van a tener un hijo pronto. Desde luego, no es el hombre el que juega con el bebote cuando tiene cinco años.
Para cerrar esta reseña, que ya está quedando algo larga, si bien el libro me trajo sentimientos encontrados por el modo de decir y las cosas que dice, creo que es un buen libro para empezar a deconstruirse. La forma irónica y cínica que tiene de relatarlo creo que puede llamar la atención sobre aquellas personas que hasta el momento creen que el mundo es igual para hombres y para mujeres solo porque las mujeres ya trabajamos y podemos votar. Creo que invita a reflexionar, aunque ella no termine llevándolo a buen puerto. En definitiva, un libro que pareció ser prometedor y al poco tiempo se desinfló con rapidez. Tres estrellas de cinco para mí.
Ah, te aplaudo. Por lo buena que es la reseña, por lo claro que decís todo y porque, con críticas incluidas, me dejaste con ganas de leer el libro. Bien ahí.
Abrazo fuerte ♥
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Gracias, Sofi. Espero tu opinión cuando lo leas. Abrazo.
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